miércoles, 30 de septiembre de 2015

Un final es un principio. Historia de "Allá" (1)




Parecía una despedida preciosa. Había flores por todas partes, algunas de colores vivos, otras más apagadas, pero en conjunto formaban grandes ramos que decoraban cada rincón de aquella amplia sala.

Había varias mesas redondas con unos manteles elegantes, tenían encima varios platos de canapés bien variados, aunque la mayoría estaban sin tocar, tenían un aspecto delicioso.  También se encontraba en las mesas la bebida, copas altas llenas de una bebida que esperaba aburrida a que alguien se la tomará.

Había muchas sillas y sillones, casi todos ocupados, incluso había gente que debía quedare de pie. Nunca habría imagino que tanta gente fuera a despedirse de ella. Ancianos y jóvenes explicaban buenos momentos y grandes recuerdos, aunque también había lágrimas y lamentaciones. Aquellas personas tenían en común varias cosas, la primera era la tipología de vestimenta. Todos iban muy elegantes, aunque de tonos oscuros y tristes, algo que ella no había aprobado realmente, pero supuso que querían respetar el protocolo de la situación.
La segunda cosa en común era que todos le habían conocido. Algunos menos que otros  pero todos habían pasado algunas horas de su vida con ella.

Sintió curiosidad por saber de qué hablaban sus amigas de toda la vida. Con ellas había compartido todos sus secretos, siempre habían estado ahí para ayudarla, y lo mismo había hecho ella. Se acercó y se sentó en el suelo. Sabía que no podían verle, por lo que no le dirían nada, tampoco le costó, algo que era extraño para sus cansadas articulaciones.

-Pero ha sido tan repentino.

-Tanto tampoco, a nuestra edad ya empieza a ser normal, pero no te preocupes, pronto estaremos con ella de nuevo.

-Espero que no se aburra mucho, es algo que no soporta.

-Todo depende de cómo sea aquello, y no tenemos modo de saber cómo es.

-Cuando tengamos que ir nosotras espero que venga a buscarnos y nos lo muestre todo.

Era casi gracioso ver aquellas dos ancianas hablando de la muerte de ese modo, pero era algo que tenían ya asumido. Cuando ella estaba a punto de fallecer también lo había tenido claro. No temía el momento, y cuando llegó ni se dio cuenta. “Ha tenido suerte” decían, por haber llegado aquel momento durante la noche, mientras soñaba con algodón de azúcar. A ella le había fastidiado que el sueño se interrumpiera de aquel modo, ya que llevaba mucho tiempo sin probar tal golosina.

Lo que para ella era una sábana andante, se había presentado sin más en medio de su sueño apartando todas aquellas dulces imágenes .  Le dijo que ella era hora y simplemente le ofreció una mano que ella aceptó sin pensarlo dos veces. Luego se arrepintió quejándose por quedarse sin el algodón de azúcar. Pocas horas después estaba paseando por aquella sala llena de gente que había ido a despedirla.

Se levantó con una sonrisa y fue hacia aquella caja de madera que contenía su cuerpo. Habían escogido una madera oscura muy bien tallada. A ella la habían vestido con ropa simple, de pocos colores pero alegres y habían evitado el maquillaje en todo lo posible.

Aquella sábana andante se presentó tras ella y posó una mano escasa de carne sobre su hombro.

-Debemos irnos, sino haremos tarde.

-Y llegar tarde es realmente feo para quien espera. Vayamos.

Se giró sonriendo mientras la sábana hacia lo mismo para dirigirse a la salida. La puerta de la sala había cambiado, estaba abierta y daba lugar a la luz. No se podía ver nada de lo iluminado que estaba aquello. Cuando la traspasamos nos encontramos con una gran cola. Muchos, al igual que yo, esperaban al lado de su sábana andante para entrar a otra sala. Miré sorprendida la longitud de la misma.

-Creo que haremos tarde igualmente.

-Hoy hay mucho trabajo, en realidad cada día hay mucho trabajo, pero ella comprende el motivo del retraso.

-¿Ella? De quien hablamos exactamente, para saber cómo debo dirigirme cuando le hable.

-La muerte, le llamamos ella simplemente porque en tu lenguaje le habéis otorgado ese significado femenino, pero no tiene género.

-Entiendo. ¿Y su trabajo cuál es? Yo creía que tú eras la muerte.

-Por ahora soy solo un becario, por eso debo ir a buscar las almas. La muerte decide donde va cada una de ellas.

-Al cielo o al infierno imagino.

-Realmente tales ubicaciones no existen, no como vosotros lo entendéis. Cada cultura se ha hecho extrañas ideas de lo que sucede cuando os toca venir aquí, luego se sorprenden.

-Entiendo… bueno, en realidad no mucho, pero será interesante verlo.

Y ahí esperaron en la cola, a que le tocará el turno.

miércoles, 23 de septiembre de 2015

Caer y levanarse.


- ¿Por qué lloras?

+Porque me he caído.

-Entonces, levántate.

+No puedo, es difícil.

-Eso es solo una excusa. Si te cuesta pide ayuda.

+Eso es de débiles.

-No. No levantarse es de débiles, pedir ayuda es de sabios. Esta vez quizá necesites esa ayuda, pero la próxima habrás aprendido y podrás solo.

+Pero quien me ayude me juzgará, verá que no soy capaz.

-Lo único que verá es una persona que nunca ha recibido esa ayuda, pero puede y quiere aprender, una persona así es digna de respeto.

+Tengo miedo. ¿Luego que haré?¿Y si no logro levantarme? ¿Y si caigo de nuevo?

-Si no lo pruebas nunca sabrás las respuestas. Pero yo sé que luego serás adelante. Te esforzarás en levantarte y por ello lo lograrás, y si vuelves a caer yo estaré para ayudarte si hace falta para poder ver como un día podrás levantarte tu solo.

miércoles, 16 de septiembre de 2015

Carretera.


"Todo sigue como siempre,  el pueblo está tranquilo, ellos aun no han vuelto. No temas por nosotros."

Arrugó el papel con cierta rabia, sabía que aquellas palabras no eran ciertas. El pueblo nunca había estado bien. Subió a la moto, ya lista para recorrer aquella carretera vacía. Apagó el cigarrillo repitiéndose las palabras del corto mensaje.  Llevaba medio año con aquello, quería volver a su hogar pero no era el momento aun.

El sonido del motor era como una melodía tranquilizadora, decía que todo estaba bien, que era hora de irse y no mirar atrás. Le gustaba ese sonido, era una de las cosas más simples de su vida, pero era una certeza, una señal de que los engranajes funcionaban.

Se puso en marcha, nadie le esperaba y la carretera iba a seguir ahí siempre, pero el tiempo se le escapaba de las manos y no quería, disfrutar de las cosas sencillas que poseía era un capricho que no siempre debía darse o permitirse.

Cuando la noche caía empezó a buscar un lugar donde dormir. Mirando bien las indicaciones pudo llegar a un pueblo, y en ese buscar un hostal. No era el lugar más limpio o más acogedor, pero tenía una cama en condiciones y aquello bastaba. Consiguió unos minutos más para sus cosas sencillas. La habitación disponía de una pequeña ventana y por ella se podía ver el cielo estrellado.

Cogió un cigarrillo y  mirando aquellos puntos en el firmamento recordó el mensaje de nuevo. " Ellos aun no han vuelto". Pero algún día lo harían y él debía estar ahí preparado. Quedaba mucho camino que recorrer, y necesitaba llegar al final, solo entonces estaría preparado para volver.



miércoles, 9 de septiembre de 2015

El Final de ese día, el inicio de esta vida. La Ciudad de las Muñecas (parte 5)



No quedaban más encargos para aquel día.  Ese mes había termina terminado cinco muñecas que ya se encontraban con vida y jugando en los parques mezclándose con los demás niños, fingiendo ser infantes vivos igual que aquellos a los que sustituían. La imagen era bastante triste para quien los había creado, pero el trabajo no debía mezclarse con los sentimientos.

Se encontraba limpiando el taller cuando su ayudante le llevo un poco de té. Aquel hombre era muy delgado y pálido, algunos decían que en realidad era un muñeco o era un cadáver, ninguna de las dos era acertadas. Frederick Yrel había sido un niño enfermizo que se había pasado los días encerrado en una habitación con la sola compañía de un doctor. Su madre fue la primera clienta de su maestro, quien conservaba su mismo aspecto.  Jonathan Therein tenía un don y un secreto. El don era la capacidad de crear muñecos que cobraban vida y eran completamente idénticos a los seres humanos. El secreto costaba de los ingredientes a usar y de la magia que imbuía a tales muñecos. Su edad también lo era, pues la teoría dice que el hombre arrastra más de 100 años a su espalda, pero la vejez parece encontrarse aún muy lejana.

Yrel se unió a su maestro cuando este hizo un muñeco exacto al joven niño enfermizo. La madre quedo tan enamorada del resultado que olvido al infante abandonándolo a su suerte.  Jonathan al ver el triste resultado de aquello acogió al chico y le dio un trabajo, usando la magia para detener las enfermedades que aquejaban al joven y que le daban un aspecto miserable. Éste, adopto su apellido como nombre y decidió ser mayordomo y ayudante de quien desde ese momento sería su señor, mentor, maestro y familia.

Yrel dejó el té sobre una de las mesas y miró a Jonathan, sumergido en sus pensamientos mientras limpiaba con determinación y demasiado interés un frasco que antaño había sido el hogar de pensamientos abstractos.

-Señor, le he traído un té, ya que no desea comer debería hidratarse.

-Eres muy atento Yrel. ¿Dónde se encuentra Leana?

-Ha ido al parque señor, deseaba ver a los niños.

-No los llames así, - el maestro dejó el frasco en su sitio y se giró, sus ojos mostraban un cansancio acumulado inusual - sabes que no lo son.

-Para sus madres sí que lo son. Para ellas, esos infantes lo son todo.

-Del mismo modo en que lo fue para tu madre. Dime Yrel ¿cómo te sentiste? Te arrepientes de algo?

-Me siento agradecido señor. Mi madre no era feliz, yo era un niño muy problemático, no le causaba sonrisas, pero usted aceptó su trabajo y le dio aquel infante creado de arcilla y magia para que ella pudiera disfrutar del niño que tanto amaba.  No me arrepiento. Con usted he podido aprender mucho, y mi madre tendrá una parte de mi dentro de aquel muñeco que me sustituye y estará a su lado siendo un infante que la necesitará hasta que mi madre deje este mundo.

-Es extraño como hay tantas mujeres que desean tener bajo su protección a quien necesita de ellas.

-Lo que realmente hacéis por ellas no tiene precio señor. Al final del día, cuando les presentáis a sus nuevos hijos les estáis dando una nueva vida, una vida que han deseado durante mucho tiempo.

Jonathan sabía que aquello en parte era cierto. Pero también conocía las consecuencias, y si Yrel las conociese no pensaría tan bien de aquel trabajo. Él mismo se encontraba en contra de aquella practica, pero no estaba en sus manos dejar de trabajar.

Tomó un poco de té y se despidió de su buen ayudante, fue a la única pared con cuadros de la sala, giró el tercer cuatro y dejó al descubierto una pequeña ranura entre la piedra. Ahí se encontraba aquella caja metálica. La cogió con suavidad y la abrió.  Ahí dentro había un papel doblado, la única palabra escrita era la que designaba el pueblo donde se encontraba.


Había recibido aquella carta hacía mucho tiempo, quería decir que aquel debía ser su destino de trabajo hasta que recibiera otra carta igual, con otro nombre.  Sabía quién se las daba, y por ello, no podía rechazar el trabajo. Pronto llegaría el final de su largo día.

miércoles, 2 de septiembre de 2015

Burbuja.



-- Es preciosa.

-Tonterías. Es una distracción.

--Pero mírala, es muy bonita y te la vas a perder.

-No es más que una simple burbuja.

--Para mí no es simple...

-Lo es. Es frágil, si la tocas se rompe, está hecha de agua y jabón, y no sirve para nada, tan solo flota en el aire unos segundos hasta que se rompe.

-- Pero mientras, es muy bonita y libre de ir donde le plazca... yo quiero ser una burbuja.

- ¿Para qué? Para volar un poco, y luego cuando te den un toque romperte y caer. Con suerte se puede tocar con las manos llenas de jabón.. y agua.

--Claro.. hay que ir con cuidado, las cosas bellas cuesta conservarlas, y debe ponerse esfuerzo en ello.

- Tonterías. Dura unos segundos, flota un poco, y aunque todos se queden embobados mirándola, la burbuja no es absolutamente nada.

--Pero... es preciosa