Cuando al fin la cola se había terminado dijeron su nombre. El
"becario" muy amablemente se despidió de ella, dijo que debía ir a
por el siguiente cliente y así lo hizo. Ella miró hacia atrás, habían muchos
que se habían unido a la cola y esperaban el turno. Su nombre volvió a
escucharse y se sobresaltó. Delante tenía una gran puerta, la abrió y se
encontró en una gran sala llena de mesas, muchas de ellas ocupadas.
-¿Unas oficinas?... esto es....
Una mujer bien peinada y arreglada se acercó a ella, parecía molesta por
algo.
-Señorita, no se quedé ahí de pie, le he llamado más de cinco veces. Acompáñeme.
-Si.. disculpe.
Ella se sentía extraña, se miró de pies a cabeza viendo que era mucho más
joven, ¿dónde habían ido todos los años que llevaba a su espalda? tampoco le
importó mucho. Al llegar a la mesa de aquella mujer, se sentó.
-Bienvenida a la agencia de colocación " Nuevo Amanecer", le
hemos devuelto a su cuerpo una forma más
joven en la que le será más sencillo moverse. Resolveremos sus dudas y
revisaremos su currículo para...
-Espere un momento señorita. - Le interrumpió, debía hacerlo, aquellas
palabras cada vez tenían menos sentido. - ¿Agencia de colocación? pero si me he
muerto, ¿no me toca el descanso eterno? Ya he trabajado muchos años.
-Oh, sí ha aprendido y se ha preparado para la siguiente etapa, aquí lo vemos, tenemos toda su vida registrada. Si
su currículo fuera más pobre debería usted reencarnarse para hacerlo mejor,
pero alégrese, no es así.
-Me han dicho que La Muerte decide donde va cada alma.
-Y así es, le haremos algunas pruebas para confirmar que es usted, y no un
caso de suplantación de alma, luego le pasaremos los datos a La Muerte, y ella
decidirá qué hará usted en esta nueva y maravillosa etapa de su existencia.
-¿Cuánto durará? - Todo era demasiado extraño, no podía pensar en la mitad
de información que aquella mujer le estaba dando, en la iglesia cada domingo le
decían que iría al cielo y podría descansar tranquila, es lo que esperaba, un
poco de paz, pero por lo visto iban a darle más trabajo. - ¿Saben que ahí abajo
prometen el descanso?
-¿Ahí abajo? dónde...oh, ya entiendo. Tiene usted los conceptos un poco
confundidos, no se preocupe, le daremos el manual adecuado.
No se atrevió a preguntar o decir nada más, esperó a que esa señorita
sacará unos papeles de varios cajones que habían tras ella, luego que firmará
unos documentos, que hiciera varias fotografías, tomará sus huellas dactilares
y escribiera con una pluma antigua en un pergamino que parecía sacado de una película
ambientada en el Medievo.
- Debe responder a este cuestionario. - Le tendió una pequeña libreta de
unas treinta paginas. - Le acompañarán a una sala tranquila donde podrá
hacerlo, con usted estará en todo momento uno de nuestros becarios, cuando
terminé le guiará al despacho donde deberá entregarlo.
Ella cogió aquel cuestionario pensando en lo bonito y sencillo que había
sido su funeral, por un momento pensó en sus amigas, deseando que ellas nunca
tuvieran que pasar por aquello.
Tal y como había dicho aquella mujer un becario se acercó. De nuevo parecía
alguien cubierto por una sabana oscura.
-Acompáñala a la habitación... - la mujer estuvo mirando la pantalla de un
ordenador, era sorprendente verla usándolo ya que momentos antes había estado
un largo rato escribiendo como si estuviera en otro siglo - la 375 está libre,
la voy a pedir.
La sabana se limito a asentir y empezó a andar. La joven que no comprendía
nada se aseguró de no perder el cuestionario y de coger un bolígrafo para
seguir al curioso becario. Pasaron cerca de varias mesas, ahí había mucha
gente. No se veían ancianos, seguramente le habían hecho lo mismo que a ella,
rejuvenecer el aspecto del alma para que pudiera moverse con mayor facilidad.
Lo triste era ver algunos infantes.
Atendiendo a aquellas personas también habían muchos, vestidos con traje y
peinados elegantes cumplían con su trabajo. Recitaban el saludo corporativo e
indicaban los pasos a seguir. Le pareció reconocer a uno de sus vecinos de la
juventud, el señor Jugert. Aquel hombre había fallecido cuando ella tenía doce
años, lo recordaba bien, y ahí se encontraba, atendiendo a los recién
fallecidos.
Llegaron a un ascensor y empezaron a subir pisos. Cuando llegaron al
pasillo la sabana le indicó el camino amablemente para luego seguirlo. La sala
a la que había sido destinada era de lo más simple. Tenía una mesa, una silla y
una lámpara. Con cierto fastidio se sentó y empezó a revisar el cuestionario.
-Esto me recuerda a los examenes del instituto... quiero mi descanso prometido.
Eran preguntas de su vida, estaban asegurándose de que era ella y que
realmente había vivido todo aquello. Cada pregunta era un recuerdo que siempre
le acompañaría en aquella extraña muerte.