miércoles, 26 de agosto de 2015

Gweskaine. Objetivos (2)



Era una noche como tantas otras. El pantano estaba tan lleno de sonidos que parecía vivo a pesar de encontrarse rodeado por árboles muertos. Los sapos y las ranas parecían debatir sobre el menú de aquella cena, los mosquitos zumbaban de un lado a otro buscando un buen lugar en el que esconderse donde las pegajosas lenguas de los comensales no llegaran, las serpientes reptaban y emitían leves silbidos anunciando sus quejas por la ausencia de presas interesante... esa noche había incluso algún pájaro que sin duda se había desviado en el vuelo para terminar en ese lugar.

Todo aquel movimiento se debía a la ausencia de las hadas nacidas en el lugar. Esas criaturas de negro corazón y con ansias de venganza se habían reunido en una cueva para tratar un asunto que las había desconcertado.

Sus maldades varias siempre eran realizadas en un pueblo cercano, cierto era que en tal lugar no podían saciar su sed de sangre, pero la mayoría se confirmaba, menos una. Gweskaine, la hada negra más joven había partida de aquel pantano para ir a buscar su dulce final.

-Nos ha llamado cobardes por alejarnos del pantano. - Decía una de ellas, bajita y delgada, con unas alas parecidas a las de una avispa - Y luego se ha ido tan tranquila, como si ella sola pudiese contra el mundo de ahí fuera.

-¿Y acaso ha dicho una mentira? Me parece que guarda aun bondad es su alma, pues es demasiado sincera - dijo otra de aspecto marchito, siglos llevaba en esa vida y cansada se encontraba de discutir con jóvenes, pues había comprendido que era desperdiciar un tiempo precioso intentar razonar con ellas - Muchas no se van porqué creen que morirán, lejos de aquí pueden causar el dolor que desean y sentirse al fin realizadas.

-Pero ninguna ha vuelto.

-Habrán encontrado un lugar mejor donde vivir, o deben seguir explorando. El mundo es muy grande querida y algunas han decidido descubrir su vasta extensión, no las culpes por ello.

Era una discusión que no llegaría a ningún lado, y mientras ellas perdían el tiempo Gweskaine se encontraba tranquilamente andando por un pequeño camino entre granjas. En su mente se formaban los hilos de sus grandes planes. Llegar a una gran ciudad era su primer objetivo. Quería conocer las calles y los modos de vida de todas las personas que las frecuentaban. Buscaría a los desdichados, y ellos serían sus aliados en la batalla contra la burguesía.

-Creen que pueden vivir rodeados de comodidades y opulencia. Es hora de que alguien les muestre el lado oscuro de la vida.

Había oído que en las urbes a veces había algún ladrón o un asesino que causaba daños, pero tenían un sistema de seguridad que pronto atrapaba al culpable. Aquello era inadmisible. No conocían la esencia de la maldad, y siendo así, tampoco podían conocer la esencia de la bondad de la que tanto presumían muchos.

La hada negra sabía muy bien todo lo que quería hacer, aquello pondría a prueba las fuerzas del orden y la estabilidad mental de muchos ciudadanos. Tal idea le causaba impaciencia, pero sabría esperar. Todo tiene su debido momento y no podría hacer nada si se perdía, aun así no dejaba de soñar en ver sus planes realizados, y con todo lo aprendido en el pantano sabía que llegaría a ello.


miércoles, 19 de agosto de 2015

Docencia. No es fácil Ser (parte 6)



Todo el mundo dice que los niños son el futuro. Los niños aprenden rápido, son curiosos y se interesan por todo lo que tienen a su alrededor, y también buscan mil modos de sacar de quicio a todo adulto que se preste a ayudarles.

Ya me gustaría verles en la misma situación, en un espacio cerrado con 20 de estos pequeños renacuajos gritando y peleando por demostrar quien tiene las cuerdas vocales con más potencia.  Una hora es aguantable, pero cinco... ya es otro cantar.

Hay ciertas personas que parecen disfrutar del sufrimiento propio, o al menos así lo creen varios, esas personas en cambio no lo ven como un mal a soportar. Creen realmente que aquellos niños, algún día afónicos, serán capaces de hacer grandes cosas con el apoyo adecuado. Por tal creencia, esas personas, luchan día a día para aportar todo lo que pueda ser de interés y sirva de conocimiento para esos infantes.

Hazte maestro, decían. Será divertido y ayudarás a los niños, decían. Tendrás todo el verano de vacaciones, decían.
No se puede negar que tal profesión es altamente gratificante a nivel personal cuando ves a uno de tus alumnos haciendo grandes progresos en aquellas operaciones matemáticas con las que antaño necesitaban hacer dibujos de frutos para dar con la solución.  Pero cuando ves las guerras de tizas, los pupitres por el suelo y los exámenes con aspecto de un Picasso no puedes hacer otra cosa que preguntarte una y otra vez.. ¿Dónde diablos me he metido y porqué?

Uno se pasa las tardes preparando clases, fines de semana corrigiendo exámenes, horas libres ocupadas en charlas con los padres...Es un trabajo a tiempo completo y aunque la recompensa tarda en verse, llega.


Al terminar el curso la respuesta a la pregunta se encuentra.  Cada día que pasa has estado ayudando a los alumnos, enseñándoles, guiándoles en un camino que van a recorrer durante toda su vida.  Sí, de verdad que es un trabajo gratificante, pero No es fácil ser profesor.

miércoles, 12 de agosto de 2015

Lágrimas de Acero.



Los jueces habían dictado sentencia. No había salvación, la muerte era la única salida al castigo. Miro a su alrededor, en la celda no había mucho. Las cuatro paredes que le rodeaban y una puerta que siempre estaba cerrada. No habían ventana, nada le conectaba con el mundo exterior.

Estaba solo, pero sabía que no sería por mucho tiempo.

En esa celda por no haber, no habían ni ratas. Esos pequeños roedores que acompañaban a algunos, pero no se atrevían a entrar en esos módulos del edificio. Los guardias que ahí entraban eran mudos y sordos. Al menos no eran ciegos, aunque solo podían ver las paredes y las puertas, nunca tenían contacto visual con los prisioneros.


Solo habían dos soldados que tenían permiso de abrir las celdas y tenían las llaves de todas estas. Pero eran dos ogros, literalmente. Aquello era gracioso, porque todos aquellos que vivían fuera en libertad creían que los ogros ya no existían. Era una creencia de privilegiados.

Solo le restaba esperar a que los minutos pasaran lentamente, él y su mente, no había nadie más. Aquello estaba siendo su peor tortura, todos los recuerdos acudían para pedir atención inmediata y todo eran dolorosos.

Recordaba a su pequeña hija, tan solo tenía 6 años, y su dulce mujer. Ahora ellas dos debían vivir solar, vivir en ese mundo cruel. Temía por ellas, cualquier cosa les podía suceder.

Respiró con tranquilidad, respiró ese aire contaminado, ese aire encerrado que se quedaba en los pulmones tan solo para dañar el cuerpo, y los recuerdos siguieron atenazándole.

El día que lo separaron de su familia, el día que le robaron la libertad, el día que se equivocaron y condenaron a un inocente en lugar del culpable.

Una mujer llorando desconsoladamente a las puertas de la sala de juicios, no la dejaron entrar por estar demasiado nerviosa. Y la pequeña niña, con brillantes lagrimas en sus ojos. Las intentaba evitar pero con la voz temblorosa no dejaba de decir;

-Papa.. yo seré fuerte, cuidare de mamá, y te esperaremos.

Para ser una niña de 6 años había visto demasiado, había vivido demasiado en un mundo donde no podría ser nunca libre, donde no podría ser nunca una niña.

Pero ya era tarde. Aquella dulce niña debía ser una mujer, y la mujer una anciana. Los rostros que vagaban en su mente ya no existían y pronto él tampoco.

miércoles, 5 de agosto de 2015

La magia de los buenos ingredientes. La Ciudad de las Muñecas (parte 4)



Ataviado como si fuera un doctor, tumbó a Miravelle en la mesa e inspeccionó los daños de la caída. No solo debía reparar aquello, era necesario ver su interior, pues al caerse la magia había desaparecido y aquello significaba que había algún "roto" en el corazón de la joven.
El primer paso era desechar la pierna rota y sustituirla por una en buen estado, sería de yeso blanco y luego al pintaría para que tuviera la misma tonalidad que el resto del cuerpo. Aquel proceso sería el más simple, tener un molde adecuado avanza mucho trabajo, tan solo deberían esperar las horas del horno y durante aquellas podría revisar el interior. Para terminar aplicaría los ingredientes pedidos a la señora Grace, era el momento más complejo de la reparación ya que se realizaban los hechizos que darían de nuevo la vida a la pequeña.

Todo fue bien hasta dar con una pequeña fuga del corazón. Aquello le retraso varias horas, y se vio obligado a usar las lágrimas de la madre para solucionar el problema. Era una lástima usar un material recién adquirido pero el trabajo era importante.

Dejo la muñeca descansar un par de días antes de terminar la reparación, él también debía reposar, necesitaba tener todas sus fuerzas para la última fase de la reparación.

Llegado el momento cerraron la tienda, se iban a concentrar en el taller.  Estarían los dos ayudantes.

-Primero las lágrimas, mantenle los ojos abiertos, prepara un paño de lino. - Cogió el pequeño frasco con las lágrimas inocentes. - Son de un niño del pueblo vecino ¿verdad?

- Así es. La señora Grace escogió uno de edad similar a la de Miravelle.

-Espero que no te costará mucho cogerlas, aprovechémoslas al máximo.

Con cuidado hizo caer dos gotas en cada ojo. A los pocos segundos los ojos de Miravelle empezaron a llorar, era el efecto deseado. Secaron aquel llanto y luego cogió un pincel, era con tinta blanca, empezó a escribir las runas con sumo cuidado. Primero un ojo y luego otro, debían ser muy pequeñas y al terminar cada una debía sellarla pronunciando su significado.  Tan solo aquello le tomó cuatro horas.

La herida de un corazón lleno de amor iba a ser más difícil. Abrió de nuevo el compartimento del pecho y sacó el corazón de la muñeca con cuidado, lo metió dentro de una caja de cristal y fue a por el ingrediente. Se encontraba en una caja metálica, la abrió y vio aquella pequeña esfera de cristal llena de humo rojo. Era extraño ver las formas de esta clase de componentes, la magia permitía manipularlos y darles cierto cuerpo, aunque a veces el tamaño era un inconveniente.

-¿No podía ser una herida más grande?

- Es de su abuelo, el hombre no habría resistido una más grande.

-Entiendo.

Cogió la esfera mágica con unas pinzas de metal y la metió en la caja de cristal junto al corazón, luego con cuidado hizo un pequeño corte en la esfera con un bisturí hecho de diamante. Cerró bien la caja de cristal y con un punzón empezó a grabar las runas.

-Creo que con cinco horas bastará... trae la humanidad y abre la cabeza.

Cuando terminó de grabar las runas miró la peluca de la muñeca y la parte superior del cráneo. Había dejado al descubierto un entramado de cables que conectaban pequeños compartimentos que contenían humo o líquido de colores variados. Crear una mente humana era imposible, pero simularla con la magia estaba al alcance de todo el que tuviera los ingredientes necesarios.

En aquella mente infantil había inocencia, sonrisas, curiosidad...muchas cualidades positivas. Las madres querían que sus pequeños fueran perfectos y Miravelle lo era. Tras el accidente había decidido añadirle un poco más de humanidad, pues viendo las reacciones del accidente de otros niños estaba claro que aquellas criaturas artificiales necesitaban más cantidad de aquella cualidad.

Buscó el compartimento adecuado y lo relleno para luego colocarlo y conectar de nuevo los cables.


Hecho el trabajo duro fueron todos a descansar, a la mañana siguiente montarían y cerrarían la muñeca, se activaría a las pocas horas y la señora Grace volvería a tener su hija. Aquella era la rutina de aquel taller. Cada día se hacían niñas perfectas de cerámica y esencia de la vida, cada día más futuros infantes eran sustituidos por muñecos.