Al fin llegó. Tras largos días de viaje Gweskaine
llegó a la ciudad, un lugar lleno de vida y color, de risas y movimiento. Al
verlo la hada negra solo pensaba en una cosa. "Pronto dejarán de tener
razones para reírse tanto".
Antes de atacar hay que conocer al enemigo, saber
de sus debilidades y sus fortalezas, conocer sus estrategias, sus recursos y a
poder ser, ganarse su confianza sin que sepa que estas tramando. Aquellas eran
las bases iniciales del plan de la hada negra, quien se esforzó para pasar
inadvertida en aquel extraño ambiente.
Un disfraz de simple muchacha le ayudaría para tal fin aunque lamentaba
tener que ocultar sus alas, pues no podría usarlas.
La ciudad que había escogido era famosa por su
arquitectura. Se había levantado sobre una cascada, unía sus calles por grandes
puentes de piedra y en el centro había un gran palacio que parecía estar hecho
de marfil blanco. Era un lugar tan lleno de luz que le provocaba arcadas a la
oscura hada. Su deseo de llevar el caos a aquel lugar crecía a cada paso que
daba y necesitaba repetirse el plan para no adelantar acontecimientos.
Conocimiento, debía saber que defensas tenía aquel
lugar contra las artes mágicas, y seguro que algo debía tener, pues los
hechiceros poblaban el mundo y eran conocidos en todas las urbes sin importar
el tamaño de las mismas.
El palacio central era un lugar adecuado, cuando
Gweskaine llegó se quedó contemplando las dos altas torres que se encontraban a
ambos lados, parecían querer rozar las nubes. Entre ellas se encontraba la
escalera, no era muy alta y terminaba en una plataforma con una bella estatua
en el centro, la estatua era gigantesca y en su interior podía contener a
cientos de personas. "Un truco, sin duda, el espacio interno esta
hechizado para que sea mayor de lo que aparenta". Gweskaine ya había visto
aquella magia, algunas hadas del pantano la practicaban, era práctica pero no
tenía mucha más utilidad.
No se veían otros signos de magia, pero sí de
devoción. Aquella gente se acercaba a aquel extraño palacio dentro de la
estatua, se acercaban a un pequeño altar
y besaban una estatua. Gweskaine se acercó sin comprender "¿ Tan locos se
han vuelto los humanos que adoran una piedra?". Escuchó sermones, escuchó alabanzas y
comentarios. Pasó días ahí esperando a comprender a aquella gente.
Supo que esos humanos le rezaban a una mujer que
había sido la madre de todos. Le daban las gracias por la vida, por las buenas
cosechas, por el sol de cada día... por tantas cosas que la hada negra había
perdido la cuenta. Parecía una fe
inquebrantable, ya que el objeto al que adoraban, la criatura a quien le
rezaban... no había sido nunca vista por nadie.
Gweskaine no tardó en irse de aquella ciudad. No
parecía divertido atormentar a quienes eran presas de ellos mismos. La hada
consideró que aquellos humanos vivían atormentados en sus propias mentes,
temiendo dar un paso en falso y que aquel ente inexistente les castigará.
"Pobres criaturas" pensaba la hada. No tenían más libertad que las hadas negras
del pantano. Estaban atrapados en aquel lugar por unas creencias que eran
peores que las más firmes cadenas. No valía la pena intentar provocar el caos
en una ciudad ya enferma.
Poco a poco se fue dando cuenta de todo aquello,
pues en las calles veía imágenes de aquella figura, madres regañar a sus hijos
diciendo que aquel ente les robaría el alma si no se comían las verduras. Vio
desdichados sin un techo donde cobijarse pedirle a aquel ente un poco más de
suerte, aunque nunca recibían respuestas.
Cuando Gweskaine abandonó la ciudad sacó varias
conclusiones más. Si aquel ente existía, también era prisionero, pues los
humanos lo usaban para explicar sus existencias. Cuanta responsabilidad sobre
una sola espalda, cuantas justificaciones en su nombre, le parecía algo
horrible lo que hacían aquellas personas a aquel ente del cual no tenía pruebas
de su existencia.
Lo más cruel que podía hacerles era dejar que
siguieran viviendo de ese modo, pues poco a poco se consumían ellos mismos sin
darse cuenta. Y así fue como Gweskaine decidió ir a otra ciudad, la próxima no
sería tan grande, con suerte encontraría humanos cuerdos a los que atormentar.