Protección. Aquel iba a
ser uno de sus deberes a partir de aquel momento. Era muy consciente de que
algo empezaba a crecer en su interior y a pesar de las bromas comentando que
era un alíen sabía perfectamente que se trataba de una nueva vida y que ella
había elegido aquello. Ya se había
comprometido a protegerle, a cuidarle y darle todo lo que fuera necesario para
su buen desarrollo tanto físico como mental.
Las primeras semanas
fueron extrañas. No sentía que realmente estuviera pasando algo, pero pronto
llegaron los primeros síntomas. Nauseas, malestar, cansancio, cambios de
humor... y antojos. El helado de chocolate parecía tan atractivo, era como si
la llamará, pero no solo estaba él, también
aquellas barritas de queso que siempre había detestado, ahora tenían un
sabor más interesante.
Dormir se convirtió en
todo un reto. Encontrar la postura adecuada con aquel vientre cada vez más
hinchado era tarea bien digna de los mejores ingenieros.
El momento más
emocionante del largo proceso fue notar aquella patada que siempre hace pensar
lo mismo " este crió será un gran futbolista". Pero lo realmente gracioso era llamarle a él
para que posará su mano en el vientre y notará aquellos golpes. Curiosamente el
pequeño infante no quería hacerse notar en presencia del padre. Solo ella tenía
el derecho exclusivo de saber que el pequeño estaba ahí, era como un secreto que
ambos compartían.
Todos dicen lo bonito que
es tener un hijo, luego dicen lo temible que es el parto. Cuánta sabiduría en
tan pocas palabras. Cuánto dolor de
golpe, cuánta impaciencia de golpe, cuánta tensión en el ambiente. Cualquiera
se asustaría al estar en esa sala, pero ella no. Ella saca fuerzas de las
piedras si hace falta para que aquel proceso termine lo mejor posible y cuando
se escuchan los llantos sabe que todo ha valido la pena.
Al ver al bebé se olvidan
muchas cosas. La incomodidad, el dolor, la ausencia de horas de sueño. El mundo
había dado un vuelco para ella y solo era el principio.
Seguía siendo su
protectora, también iba a convertirse en educadora, enfermera, cocinera,
docente, sastre...pero no importaba. Iba a ser un despertador, a veces una
bruja, otras la hada madrina e incluso el dragón guardián. En aquel momento era
un hecho, era madre a tiempo completo.
Estuvo a su lado mientras
ella crecía, la apoyó cuando el estrés de los primeros exámenes de la escuela
hacían que le temblaran las piernas, le enseñó a cocinar las primeras
croquetas, y cuando quiso hacerse una amiga ella no le dejó.
Ella no era una amiga, no
era una persona del mundo que estaba ahí por casualidad, era irremplazable, era
especial, única e irrepetible. Era su madre.
No es fácil ser madre.
Relato dedicado a todas las madres