miércoles, 27 de enero de 2016

Corazón tras la piedra

Había sido una terrible maldición la que había causado su ruina. No podía dejar de recordar su antigua belleza, la cual le fue arrebatada por los celos de un dios que nunca había hecho nada por quienes vivían en la tierra.

Sus hermanas también habían recibido la cólera divina, todas ellas habían perdido su preciosa piel tersa y sin imperfecciones para dar lugar a algunas escamas, las cuales al menos eran resistentes. Sus largas piernas habían sido sustituidas por una larga cola de serpiente, habían conseguido a adaptarse a aquello, tal extremidad tenía muchas ventajas.

Lo que más le había dolido era su preciosa cabellera negra, la cual había dejado lugar a un nido de serpientes que pocas veces dejaban que alguien se acercará a su rostro. Tenían voluntad propia, pero al menos se llevaban bien entre ellas.

Añoraba su antiguo cuerpo, pero al menos había sabido sacarle los beneficios a su nueva condición. Todas sus capacidades habían cambiado, era letal de muchas formas, no solo su lanza tenía la capacidad de matar. Todas las pequeñas serpientes de su cabello poseían veneno, al igual que ella. Su cola era fuerte y se divertía atrapando a sus víctimas con ella, pero su arma más poderosa se encontraba en su mirada.

Sus ojos eran como dos zafiros azules de extrema belleza. Muchos se habían perdido en ellos, antaño. En la actualidad, aquel que los miraba se convertía en piedra.

Vivía aislada del mundo, en un templo de piedra alzado entre las aguas, no recibía visitas, y si alguien se aventuraba en sus dominios terminaba siendo parte del decorado en roca . Por eso aquel día cuando estuchó unos leves ruidos se acercó a las puertas del mausoleo. Antes de llegar un llanto estalló mientras que voces de hombros gritaban.

Se dio más prisa y justo a la llegada vio como la pequeña embarcación se alejaba abandonado aquella niña que no dejaba de llorar. ¿Qué hacer? matar a una niña indefensa no tenía mucho sentido, aunque menos lo tenía el hecho de que la hubieran dejado en aquel lugar.

-¿Sabes por qué te han dejado aquí?

La niña dejó de llorar. Apartó sus manos del rostro y giró la cabeza como si quisiera ver de donde procedía la voz, para luego negar con la cabeza. Los ojos de la pequeña eran completamente blancos, como si la niebla los hubiera poseído.

-¿Puedes ver?

Otra negativa. La niña era ciega, no se convertiría en piedra por mucho que intentará fijar su mirada. Eso era como una tara, la pequeña tenía un fallo, pero no era motivo para abandonarla en aquel lugar, donde su muerte sería prematura.

Quiso investigar más, vio una vuelta alrededor de la pequeña y se fijó en su espalda. La ropa estaba hecha girones pero no se podía ver mucho más por la escasa luz, necesitaba acercar una antorcha y no tardó en hacerlo.  Le susurró al oído que no se moviera y en pocos segundos se acercó de nuevo. El fuego iluminó mejor la zona. La piel de la pequeña tenía una coloración extraña, era grisácea, el cabello eran rizos negros llenos de vida y la espalda... ahí estaba la razón del abandono.

Acercó una mano para tocar aquellas alas membranosas. La niña se estremeció, era normal, seguramente no esperaba notar el tacto de otra mano en aquella parte de su cuerpo, la cual, seguramente era la causa de su exilio y por lo tanto de rechazo.


-Te consideran un monstruo... como a mí...hazte fuerte, yo te enseñaré a sobrevivir. Cuando seas mayor, enséñales quien es el monstruo realmente.

miércoles, 20 de enero de 2016

Tiempo. Historia de "Allá" (4)




El tiempo no es igual cuando estás muerto. Sabes que no vas a llegar tarde porque realmente no tienes que ir a ningún lado en particular. Y en aquel momento ella solo tenía que esperar a que le llamaran, estaba haciendo cola, por lo que tarde no llegaría.

Aquel jardín era precioso, pero había pocas cosas entretenidas que pudiera hacer.  Por ello se dedicó simplemente a pasear de un lado a otro.

Llegó a escuchar muchos nombres, pero no el  suyo. Y sin saber cuánto tiempo había pasado decidió sentarse en el primer banco que encontró.  Al lado había otro con un hombre que la miró con una sonrisa.

-¿Cuanto llevas esperando?

Ella le miró confusa, no sabía cómo controlar el tiempo ahí, no había visto un solo reloj, tampoco había notado un cambio en la luminosidad, no había tenido hambre ni sueño, así como no le había hecho faltar atender a otra clase de necesidades.

-Yo llevo esperando quince mil, doscientos treinta y siete nombres.

-¿Tantos?... a mí me han dicho que quedaban menos...

-Es posible, el orden no es por quien llega primero, sino por quien se ha portado mejor. Yo debo haber sido muy malo a ojos de la Muerte.

-Pero ¿no debería entonces castigarte?.. sin intención de causarte mal..

-No te preocupes, te entiendo, pero para algunos es una tortura esperar en este sitio. He visto algunas almas que han llegado a enloquecer. Algunos creen que la espera es para ponernos a prueba.

-No le veo mucho sentido... y oye, ¿alguien sabe que va a suceder luego?

-Se escuchan muchas cosas, pero no confíes en lo que te hayan dicho. Los becarios dicen lo que deben decir según el protocolo, pero es probable que no tenga nada que ver con eso.

-Ya veo, mala información al cliente. No es una novedad.

"Federico Lonja Martín, pase por la puerta negra"

-Vaya, un golpe de suerte, ya me toca. Espero que pronto te llamen.

El hombre se levantó con una sonrisa y dio media vuelta. Curiosamente ahí se encontraba la puerta, aunque antes en su lugar había un bonito lago donde los patos nadaban. No había ni rastro del lago y de los patos. En su lugar hacia un camino de piedras oscuras que conducían a una puerta del mismo color, rodeada por flores muertas. Ella pensó que si debía pasar por una puerta como aquella era preferible que no la llamaran.  Por otro lado pensó en la conversación. Aquel hombre había calculado su estancia según la cantidad de nombres que había oído, en cambio ella no se había preocupado lo más mínimo por aquel detalle, realmente tenía toda la eternidad por delante y no hacía falta realizar esa clase de cálculos.


Realmente, aquella espera podía ser una tortura, sobre todo para aquellos que intentaban calcular el paso del tiempo.

miércoles, 13 de enero de 2016

Gweskaine. Veneno (4)

Gweskaine sabía que en una ciudad grande era difícil crear el caos si solo eras una hormiga. Por ello cuando llegó a aquella urbe fue a los barrios bajos a buscar aliados. El plan le parecía bueno, buscar malhechores e instarlos para causar el caos y recuperar la riqueza de aquellos que cada día abusaban de la misma.

Sí, habría sido un plan interesante si en aquel lugar hubiera un solo hombre con voluntad de luchar. Las armas disponibles eran cuchillos sin filo, al igual que las mentes de aquellos pobres desgraciados que tan solo buscaban fortuna en los vasos de vino. Era es un espectáculo patético y Gweskaine decidió salir de ahí, de nada le servirían aquellas mentes atrofiadas y sin voluntad.

Su otra opción tampoco era mala, la nobleza requiere sus sacrificios y quizá aquella gente no los había cumplido. Conservar una buena posición u obtener otra mejor podía ser suficiente razón como para saber la tarde escogiendo un arma silenciosa. Los nuevos ricos eran perfectos, habían probado la miel más dulce y sabían la diferencia entre tenerla y no. Ellos lucharían por su posición con todos los recursos y en aquella ciudad habían muchas familias donde escoger.

Subió volando a una ventana del primer hogar que le pareció oportuno, entró entre las cortinas de seda y en silencio observó las estatuas y los cuadros. También había armarios llenos de ropa recién adquirida. Gweskaine pasó de todo aquello y fue a buscar el despachó, ahí se encontraba una mujer haciendo cuentas, lo que esperaba encontrar.

Como una pequeña vocecita de la consciencia Gweskaine empezó a susurrarle, pues la mujer no advirtió la presencia de la pequeña hada que se situó a su lado.

-Realmente es poco... hay quieres consiguen más haciendo menos.

-Hay nobles que me miran con desprecio aún, como si fuera basura de aquella que se encuentra en la calle.

La mujer respondió sin pensarlo mucho, estaba absorta en sus pensamientos y no cayó en la cuenta de que era alguien extranjero quien le estaba susurrando.

-Cualquier día intentarán quitarte lo que tienes... solo porque estas por debajo de ellos... pero no es así.

-Yo he sido más lista hasta ahora, he conseguido hacerme con un lugar y nadie me lo quitará.

-Pero ellos querrán quitártelo, debes ser más rápida. Hacerte con más poder... pasar por encima...


Gweskaine poco a poco se retiró para esconderse en una estantería, la mujer que hacía las cuentas levantó la cabeza mientras murmuraba. El poder era algo que los humanos ansiaban constantemente y la hada jugaría con aquello. Sería un proceso lento, pero el caos era algo que requería tiempo y dedicación.

miércoles, 6 de enero de 2016

Desesperación actualizada. ( 2º Parte.Fin.)




Cuando estamos entretenidos las horas pasan rápido. Nuestra percepción del tiempo se distorsiona de tal modo que nos hace entender que los minutos han huido de nosotros, haciendo que las horas se conviertan en míseros instantes. Pero el efecto contrario también se da. Ese es el efecto que él sufrió, pues cada segundo se alargaba amenazante con convertir aquella tarde sin línea en el día más largo que había vivido.

Había resuelto dedicarse a otras tareas del hogar mientras la incidencia se encontraba activa, miraba el reloj constantemente tan solo para confirmar sus sospechas. Apenas habían pasado quince minutos desde la última vez.

A punto estaba de comerse las uñas cuando decidió coger el teléfono móvil para llamar de nuevo a  su operador. Aquella música infernal no le ayudaba, y cuando escuchó la voz del agente que iba a atenderle logró ver una brizna de esperanza, la cual se desvaneció tras unas pocas palabras.

- Sigue habiendo la incidencia en la zona, pero los técnicos la tienen localizada, por lo que se encuentran trabajando en ello. El tiempo aproximado para que podamos restablecer el servicio es de cuatro horas.

Una patada en el vientre le habría sentado mejor. Colgó con la mano temblorosa, no sabía qué hacer. Se repitió a si mismo aquella mala noticia y sintió nauseas. Demasiado tiempo, él no pagaba para tener esa clase de servicio, él necesitaba conectarse, estar en línea para entrar en los juegos.

¿Y si cambiaba de operador?¿Le harían lo mismo? ¿Cuánto duraría el cambio? No podía arriesgarse, la mejor opción era esperar, pero a su vez era una idea horrible, agonizante. Cada vez que miraba el reloj sentía que una serpiente se encontraba en sus entrañas retorciéndose. En un momento concretó pensó que quizá era hambre lo que tenía por lo que fue a la cocina a saquear la nevera. Tras ello confirmo que la serpiente seguía en su sitio.

Las primeras dos horas fueron soportables, aunque sabía que se acercaba lo peor. La noche caía y era la hora en que más jugadores se encontraban en el juego. Iban a avanzar mucho y él no iba a estar. Con suerte para entonces ya estaría todo arreglado. Aquella era su gran esperanza aunque a lo largo de la tarde se iba haciendo cada vez más pequeña.

Empezó a deambular por su casa, se sentía como un barco a la deriva, sin rumbo ni objetivo, era como un fantasma de un viejo caserón abandonado. Si los niños de los vecinos pudieran verle se asustarían, no había duda. Arrastraba los pies, iba con la mirada perdida de un lado a otro, hacía una ojeada al reloj, al ordenador, acariciaba las teclas y volvía a deambular.

Intentó pensar que realmente no lo necesitaba. Internet era solo una herramienta prescindible, él mucha mucho más que aquello, que aquel sentimiento que le carcomía por dentro, esa urgencia de encontrarse con miles de personas en los juegos...

Cuando se dio cuenta había empezado a beber ese vino que reservaba para una ocasión especial.  Primero una copa, no hace daño a nadie, es más, dicen que una al día es saludable.

Revisó la línea, aún no había y decidió llamar otra vez, siempre podía volver a probar, con suerte habían noticias nuevas. Pero no fue así, la incidencia seguía y aquello parecía una broma cruel y macabra. Estaba a punto de llorar pero decidió ahogar sus penas en una segunda copa.


Cuando se dio cuenta ya era de día. Se había bebido toda la botella y se encontraba tumbado en el sofá. Poco le importó que la casa estuviera hecha un desastre, fue directamente al ordenador y cuando vio que podía navegar por internet la calma le inundó. Se sentó lentamente en la silla y disfrutó al fin de su conexión olvidado la noche anterior y la agonía.