Un día lluvioso fue en el que nací, como niña humana llegué al mundo en un
entorno humilde. Los años que con mis padres estuve fueron tristes, pues ellos
no estaban en casa y yo sola me quedaba mientras mi hermano mayor, el único con
un trabajo un tanto decente, nos mantenía a todos como podía. Cuando ya tenía
cinco años mis padres nos echaron a mi hermano y a mí. Buscamos un hogar que
nos pudiéramos permitir con poco dinero, tuvimos suerte al encontrarlo pero no
teníamos tiempo de vivir.
Mientras mi hermano trabajaba yo me encargaba de las tareas del hogar que
podía, así como de las compras menos pesadas. Fueron dos años que consideré un
regalo por la calma que nos rodeaba, parecía que íbamos a avanzar. Dulce y
estúpida inocencia.
Al cumplir los siete años todo
terminó, fue el fin de mi existencia como humana. Una noche volviendo a casa tras
de comprar sentí cómo algo atravesaba mi piel por la espalda, pude oír sus
carcajadas al divertirse matando a una niña. Sentía cómo la sangre brotaba de
la herida, cómo la vida se me escapaba. Caí al suelo y lo último que hice fue
girarme para siempre recordar el rostro de quien me asesinó. Todo se volvió
negro, confuso, no sentía dolor, ni miedo. Tan solo la soledad en medio de la
oscuridad que me rodeaba. El silencio que reinaba se rompió.
- Joven niña, tu vida de humana ha concluido, pero una nueva vida empiezas
pues algo te queda por hacer. En tu corazón el odio domina ante todo, el odio
te alimenta y te da vida. Hada negra serás, hasta el fin de los días, nunca
crecerás para vivir la infancia que robada ha sido, nunca sentirás otra cosa
que el odio que en tu corazón habita... mas si a tu venganza logras llegar...
mucho cambiarás, tu corazón volverá nacer, y aunque hada negra te quedarás, tu
alma distinta será.
Tras esas palabras que no entendí me levanté y en medio de un bosque me
encontré. Su aspecto era deplorable, los árboles parecían marchitos y las
flores dejaban ir un aroma nauseabundo. A pesar de ello me pareció un buen
lugar, cómodo. Vi otros seres a mi alrededor, todas ellas mujeres y algunas
niñas que me evitaban con cierto temor. Asombrada me quedé cuando vi las alas
negras que todas ellas tenían, mas cuando me acerqué a un lago vi en mi reflejo
que de mi espalda también salían dos alas. Mi aspecto un poco había cambiado y
mis ropas, alegres una vez, negras se habían vuelto. Había vuelto a nacer con
mi cuerpo de siete años. Y mi único objetivo era la venganza de quien mi
infancia me robó.