miércoles, 24 de febrero de 2016

Aventuras y desventuras de una cama, parte 1


 <<Muchos creen que es gratificante ser una cama y estar todo el día en reposo. Pero pocos soportarían una existencia viendo lo que yo veo. Es cierto que en muchas ocasiones es agradable, pero en otras el sufrimiento que siento es algo indescriptible.  Reconozco que el trabajo del váter es más desagradable, pero al menos van de uno en uno.

Recuerdo aquella vez en que Marta se puso enferma. Encima mío no había sitio ni para una hormiga. Ella estaba tumbada y bien tapada, a su lado estaban los perros, los cuales me dejan llena de pelos, esas molestas hebras son capaces se pasarse semanas sobre las mantas y el colchón sin que nadie pueda quitarlas. Lo mismo ocurre con los gérmenes que tienen a la joven atada a mí.

Aquella tarde fue bastante movida, ella y los perros no fueron los únicos, vinieron amigos de Marta decididos a romper los muelles de mi colchón.  Eran dos hermanos, un chico y una chica, y creo que nunca ha habido una criatura más revoltosa que ellos dos juntos. Tiraron todas mis mantas al suelo, los perros se asustaron y salieron corriendo.  

Todo me pareció correcto hasta que cogieron el colchón y lo giraron, quedando este cruzado, una parte daba conmigo, la otra con el suelo. ¡Crearon un tobogán! La idea me pareció interesante al principio, pero mi preciado colchón se encontraba tocando el sucio suelo.  Se me pasó aquello con facilidad al oír las risas de Marta. Me gustaba que mi pequeña estuviera llena de vida y animada a pesar de la enfermedad que la hacía sufrir.

Aquel momento fue precioso, sentía mucho gozo, y una cama pocas veces se puede sentir dichosa.  Podría decir que incluso yo disfrutaba de aquello. Los pequeños subían encima de mí y se deslizaban por el colchón, ni siquiera me importó oír como la madera de uno de mis laterales crujía por el esfuerzo de mantener aquellos pequeños terremotos fuera del suelo. El sonido de las carcajadas era como un bálsamo, la melodía de la felicidad, y era contagioso. Ni todas las sabanas limpias del mundo podrían haber conseguido un efecto como aquel.

Pero...siempre ay "peros", el momento duró poco,  uno de los niños se hizo daño por caer mal, y las risas pasaron a ser llantos repletos de dolor y quejas sobre la mala construcción. Aquello me partió el alma, si es que las camas podemos tener alma.  Las madres no tardaron en venir, alarmadas por los gritos y el desconsuelo del niño afectado. Marta, obviamente, no se había hecho daño. Mi niña siempre ha sido muy prudente y cuidadosa.

Lo peor del momento fue una frase de la madre del joven accidentado. La citaré textualmente y así comprenderéis el dolor que sentí en aquel instante. "Esa cama es un peligro para los niños, no deberían jugar nunca en ella". Si hubiera podido le habría dicho a aquella desdichada criatura que sus frustraciones de la infancia no debían afectar a aquellos niños, y si ella se había caíd de su cama de pequeña era culpa suya, no de los demás. Suerte que Marta nunca ha tomado en serio las palabras de los padres ajenos.

Entre todos volvieron a poner el colchón bien, cambiaron las sabanas, pues las que llevaba antes estaban, digamos un poco sucias.

Por un momento temí que fueran a sustituirme, pues escuche la conversación de los padres de Marta explicando los sucesos de aquella tarde. No es que estuvieran de acuerdo con esa madre con malos recuerdos, pero sí coincidan con la idea de que ciertos juegos podrían hacer que me rompiera causando así bastante daño. Aquella noche pase pánico.

Arropé a Marta tan bien como supe, quería demostrar que era la mejor cama para ella. No quería que me separaran de ella, el temor empezaba a evocar imágenes terribles sobre el destino de un mueble desechado por sus dueños antes de tiempo. Marta no lo permitiría, quise pensar. ¿Dónde pasarían el día todos sus muñecos? Yo era una parte esencial de su vida y su reposo, ¡éramos intimas! y aun lo somos... a muy pesar mío.


Pero otro día ya explicaré otras experiencias, no es tan fácil ser una cama, y aunque quizá quejarme de ello es exagerar, es cierto que en algunos momentos preferiría ser otro mueble. La mesa del comedor por ejemplo... oh, bueno mejor no, siempre está llena de sucias migas de pan.>>

miércoles, 17 de febrero de 2016

Juicio. Historia de "Allá" (5)

Cuando a uno le llaman piensa que, tras ver todo lo anterior, se encontrará con el amplio despacho del jefe y este le juzgará. Se decidirá si debe ir al infierno o al cielo a descansar. Por toda la información que ella había recibido sabía que había otras posibilidades, como trabajos en despachos, reencarnación y horas de espera.

Cuando escuchó su nombre sonrió, no sabía el tiempo que llevaba esperando ni tampoco le importaba, lo único a tener en cuenta era la puerta por la que debía pasar. Le había indicado aquella voz que debía ir por una puerta marrón. Un color muy simple y apagado teniendo en cuenta que había oído nombres de colores que desconocía incluso.  No tuvo que buscar mucho, detrás suyo se formó el portón, de gran tamaño, rustica y sencilla.

Al traspasarla se replanteó la posibilidad de no haber llegado a ninguna parte. Se encontraba en otro jardín, aunque con tintes muy distintos. Las flores eran todas de tonalidades oscuras. Amapolas negras, margaritas negras, lirios negros...la gran mayoría de aquellas flores no tenían aquel color de forma natural.

Todo estaba muy ordenado, había vayas separando la vegetación del camino y algún banco para sentarse a reposar. Lo más curioso es que todo se encontraba dentro de la escala de grises.

-Bienvenida a mi jardín, espero que no te moleste que te atienda aquí... pero hay tantas cosas que hacer que no puedo quedarme siempre en la sala de audiencias.

Se giró al oír la voz cavernosa. No tenía muy claro que esperaba encontrar, pero sin duda, aquello no. Era un esqueleto del blanco más puro vestido con un mono de trabajo, llevando un sombrero de paja y cargando un pequeño cubo con herramientas de jardinería. Intentó pronunciar alguna palabra pero no le salía. Ella creía que la muerte seria un poco más seria, lo típico que sale en los libros, alguien con una túnica negra. La Muerte pareció comprender el desconcierto y se dispuso a explicarse.

-Todos tenemos derecho a tener aficiones, el trabajo no lo es todo, pero como las almas mueren a cualquier hora debo estar constantemente atendiéndolas... ya habrás visto que hay un poco de retraso.

-¿Un poco? Ahí fuera hay mucha gente esperando, creo que nunca había visto colas tan largas.

-Intentamos mejorar el sistema, pero nunca podemos reunirnos para ello, siempre hay trabajo.

Ella pensó en volver a replicar, pero no había necesidad de aquello, discutir sobre la espera con la Muerte no era el objetivo de aquel encuentro. Quería terminar con aquello y saber que iba a hacer.

El esqueleto fue hacía los lirios para atenderlos, también hizo un gesto para que ella se acercará.

-He leído tu vida, ha sido larga y has hecho muchas cosas, unas buenas y otras menos buenas. No has causado daño a los demás deliberadamente, se podría decir que estas en la lista de los buenos.

-¿Eso quiere decir que puedo descansar?

-Quiere decir que no hace falta que trabajes aquí, pero hay más opciones. ¿Hay algo que desees hacer entre los vivos? Sería una etapa para realizar sueños y sin juicio final, digamos... que sería como una recompensa, ni siquiera tienes por qué ser humana.

-¿Y las demás opciones cuáles son?
-Hay otros mundos que puedes investigar, para seguir el ciclo vivirías en alguno de ellos.

-Entonces las opciones es volver como humana o animal, o bien vivir en otros mundos siendo... lo qué sean en esos mundos. ¿Dónde está mi descanso? Yo esperaba algo así como poder dormir para siempre, o una terracita donde no se hace absolutamente nada sin tener que esperar a oír tu nombre.

-¿No hacer nada? Eso es lo que esperabas? ¿Dónde está esa curiosidad innata en los humanos? Hay mucho por descubrir.

-Y ya he descubierto mucho, pero...

-Ya lo he decidido.

-¿Qué? pero no había opciones a escoger?

-Claro, pero soy yo quien escoge, por algo soy la Muerte, y tu un alma esperando el veredicto de mi juicio.

-Los juicios no se hacen en los jardines.

-Se hacen donde el juez diga.

La conversación parecía haber terminado, la Muerte no le dijo nada más, simplemente siguió atendiendo a sus flores. Ella se quedó ahí de pie, perpleja sin saber dónde ir. Realmente tampoco le había dicho que iba a ser de ella. Sin duda aquella experiencia era muy lejana a lo que le habían dicho que era la muerte, pero claro, quien pasa por aquello nunca vuelve para contarlo.


Miró al esqueleto esperando a ver si le decía alguna cosa más, pero no fue así. Uno de los becarios se acercó a ella, como de costumbre con el sigilo propio de un gato.  Ella le miró confusa y el becaria le susurró que el juicio había terminado y "su" puerta ya estaba lista. Debía pasar a su siguiente destino. 

miércoles, 10 de febrero de 2016

Mazmorras.


Las mazmorras de un lugar están diseñadas para infundir temor, para hacer que los hombres empequeñezcan pensando en un turbio destino. Su señor, ordena crearlas con tales propósitos, y por ello buscan elementos que se asemejen a los monstruos de sus prisioneros. Aunque en realidad el lugar tan solo sea una imagen física de lo que el dueño del lugar prefiere no ver.

A pesar de ello muchas están realmente logradas y parte de su propósito siempre es cumplido, hacer desaparecer el valor y el deseo de vivir.
Por eso cuando le llevaron a aquella cómoda habitación se sintió altamente confuso. Sabía que era un prisionero, era algo que le habían repetido varias veces y que los grilletes de manos y pies confirmaban.  A pesar de ello, encontrarse en una habitación con una mullida cama, una mesa con un plato de comida caliente, varias mantas, e incluso un estante con libros, fue algo que nunca habría esperado. Que la habitación estuviera limpia era quizá lo que más le hacía pensar.

Se sentó en la celda y ahí le encerraron, aunque parecía una puerta normal tenía en la parte inferior una pequeña rendija que se abría. Por ahí le pasarían la comida. Era como estar en una posada con servicio de habitaciones. Se sentía cómodo, tanto que incluso la idea de quedarse ahí parecía atractiva.

Quizá era aquello lo que buscaban los carceleros. Si los presos se sentían bien no querrían salir al exterior y no buscarían problemas.  Un método poco usado pero eficaz.

Incluso le fue fácil conciliar el sueño a pesar de saber que aquello no duraría mucho. Todo estaba preparado y estudiado, pronto conocería las noticias. En cierto modo deseaba que llegará el momento, pero sabía que extrañaría aquel buen trato, pues no hace absolutamente nada en todo el día y que de dieran de comer, beber, un techo y un lecho caliente era mucho más de lo que tendría nunca.

No pudo oír si llegaban más presos, la comunicación era escasa tanto  los guardias, como con los compañeros de otras celdas. No le preocupó, él tan solo debía esperar, irían a buscarle y cada vez faltaba menos para ello.


Pasadas dos semanas, se despertó antes de la hora del desayuno. Sabía que ya tocaba, pues su vientre estaba acostumbrado y a esas horas ya reclamada la comida. Pero esta, no llegó.

Miró por la rendija sorprendido, era extraño que los guardias hicieran tarde. Cayó en la cuenta entonces. Había llegado el momento y la llegada de ella fue la última señal. Sus pasos eran inconfundibles. Firmes, no le importaba que todo el mundo escuchará su llegada ella necesitaba destacar y hacerse notar.

En cualquier otro lugar, los presos empezarían a gritar, rogar por su libertad o por tocarla, pues muchos de los que estaban ahí llevaban años sin tocar una mujer. Pero no en aquellas mazmorras. Ella era la única que rompía con el silencio, los presos estaban a gusto, no querían salir.

Sonrío, se escuchó como la puerta cedía ante las llaves y ahí estaba, escasa de ropa como siempre, con la mirada seria que nunca cambiaba y el pelo recogido en una sencilla coleta baja. Sus rasgos orientales quedaban acentuados por la poca luz. Por un momento dudo en salir de ahí, se estaba bien, era un lugar de paz donde no hacía falta hacer absolutamente nada para que atendieran sus necesidades básicas, pero el deber le llamaba.


No se cruzaron las palabras, simplemente él la siguió hasta el fondo del pasadizo de los calabozos, entraron en una celda vacía y entre los dos empezaron a mover algunas rocas. Próxima parada, el salón del trono.

miércoles, 3 de febrero de 2016

El arte de la Cocina. No es fácil Ser (parte 10)

Se había pasado toda la mañana en aquella plaza llena de gritos y pisotones pero lo había logrado. Se había hecho con los condimentos más adecuados para la noche, y es que tenía muy claro que un artista necesita el mejor material, sino el resultado puede ser un desastre. El dolor de pies y la sordera transitoria eran precios a pagar.

Una vez en la tranquilidad del hogar puso música. Un buen artista necesita inspiración y una melodía suave tiende a ayudar, por ello, siempre que se dedicaba a la creación procuraba no estar en un entorno silencioso. A veces dejaba canciones llenas de ritmo para que sus movimientos fueran acordes con las notas.

Esbozó una sonrisa, cogió el cuchillo, y antes de poder moverse alguien llamó al teléfono. Odiaba las interrupciones, pero la aceptó. Fue a ver quien le estaba molestando y por ello se pasó media hora enganchada a aquella cadena tecnológica.  Era una de sus amigas queriendo saber que iban a cenar, obviamente no dijo una sola palabra que diera pistas.

Al quedar libre volvió a la cocina, cogió el cuchillo, y empezó su arte. Las verduras frescas debían tener un corte sencillo, sin cargarlas. Era una comida de verano, por lo que poco estaría hecho a fuego. Aderezó aquel plato con frutas troceadas y a pesar de ser algo sencillo, llegó a tardar una hora. La presentación era lo más complicado, pero a su vez lo más interesante de hacer. Debía quedar elegante, pero informal.

Mientras, iba preparando el plato fuerte. No iba a ser precisamente ligero, pero sabía que sus comensales adoraban la carne al horno. Nunca concretaban, así que había pensado en alguna carne suave cocinada con vino y varias especies que quedarían ligeramente tostadas.

En pocos minutos la cocina se inundo de olores y los platos de colores. Horas de dedicación para algo que en unos instantes quedaría reducido a un buen sabor de boda y estómagos llenos.

Preparo dos grandes fuentes con el primer plato, dejó en la cocina, dentro del horno, la bandeja con la carne para que no perdiera el calor. Había varias botellas de vino listas para la ocasión y solo faltaba preparar el postre.

Era con lo que más disfrutaba. Le gustaba siempre la gama de presentaciones entre las que podía escoger.  Las frutas de temporada eran de lo mejor, y podían combinarse con la dulce nata recién hecha. Era una de sus composiciones favoritas y no lo pensó dos veces, sabía que a sus invitados también les iba a gustar.

En total se pasó más de cuatro horas en la cocina, pero al ver todo listo no podía sentir otra cosa que una gran satisfacción.


Cuando llegaron sus amigos, disfrutaron de la cena, todo era perfecto y reconocieron algo que muchos saben y pocos dicen; No es fácil ser buen cocinero.