miércoles, 24 de junio de 2015

Respira



Respira, coge aire, suéltalo. Sueña, duerme apaciblemente y levántate.
Cuántas cosas son necesarias. Cuantas cosas hay que hacer en poco tiempo. Desayunar es importante, da la energía necesaria para no desfallecer. Hay que dar buena imagen, peinarse, no llevar arrugas en la ropa...hay que ser presentable, ni demasiado formal ni informal. Es complicado, pero necesario.

Respira, coge aire, suéltalo. Sueña, duerme apaciblemente y levántate.
Acuérdate de esto, no olvides aquello ni lo de más allá. Demasiadas tareas, y todas requieren atención.  Concéntrate, un error puede ser fatal, deberías volver a empezar y eso es lo peor que puede ocurrir en ciertos momentos.

Respira, coge aire, suéltalo. Sueña, duerme apaciblemente y levántate.
Algo va mal. Identifícalo, necesitas arreglarlo y pensar en soluciones efectivas. Un simple parche puede ayudar, pero no es eterno y tendrás que gastar más tiempo en un futuro. Piénsalo bien, debes encontrar algo adecuado, sólido y que no te robe más momentos preciosos.

Respira, coge aire, suéltalo. Sueña, duerme apaciblemente y levántate.
Debes ir. Debes hacerle frente. Te has preparado, has dedicado todos esos instantes para que no falle nada. Puedes conseguirlo.

Respira, coge aire, suéltalo. Sueña, duerme apaciblemente y levántate.
No olvides lo más importante. Sonríe.

miércoles, 17 de junio de 2015

Despedida






Todo eran risas, comentarios susurrados y recuerdos que empezaban a enterrarse.  Aquella era la última de tantas tardes que habían compartido juntos, era extraño pensar que ya no se verían a diario, que para seguir con aquellas bromas y conversaciones dignas de periódicos deberían concertar un encuentro.

Era agradable pensar que tendrían las tardes libres, tardes para poder pasear, para descansar, para mirar el cielo... recuperaban muchas horas del día. Llevaban mucho tiempo esperando aquel momento y pensando en las consecuencias del mismo.

Ya no correrían bajo aquel sol abrasador para no llegar tarde. Ya no pasarían frío en aquella sala donde el aire acondicionado parecía ser un temible enemigo empeñado en convertir aquella aula en un invierno eterno.

Ya no reirían por las actividades que les convertían en los mejores actores de comedía. Ya no se sonrojarían por tener que salir a exponer algún trabajo realizado ni compartirían aquellas meriendas aderezadas con charlas no aptas para menores.

En aquella última tarde se hicieron promesas. Volverse a ver, tomar algo, reír como antaño, informar de novedades...Promesas que quizá nunca se cumplirían en  un futuro, pero no importaba. Estaban felices, habían terminado y era el momento de seguir el camino en solitario.


Se despidieron entre abrazos y sonrisas, se desearon suerte y confiaron en la fortaleza de cada uno.

miércoles, 10 de junio de 2015

El taller de Lágrimas. La Ciudad de las Muñecas (parte 3)





Ahí estaban, una madre desconsolada, una muñeca rota y un hombre vestido con colores pasteles y un sombrero antiguo.

El taller estaría en silencio si no fuera por los sollozos de la mujer, pero eso a él no le importaba. Su lugar de trabajo no debería estar en silencio, siempre se oían relojes, engranajes, músicas diseñadas para las muñecas, voces infantiles… centenares de ruidos que hacían que el lugar nunca estuviera en silencio. Aquel momento era distinto, una madre estaba lamentando una perdida, los demás ruidos parecían haberse interrumpido para dejar que la mujer hiciera su luto en calma.

Cualquiera habría dejado que una madre llorará por la criatura que consideraba su progenie, pero él no veía necesidad de ello, al fin y al cabo estaba llorando por una muñeca. Él la había creado y no sentía lastima por lo sucedido, sabía que podía repararla, o incluso crear otras. Aunque aquella no fue la razón por la que interrumpió los llantos. Se estaban desperdiciando ingredientes altamente útiles para su trabajo, y aquello no iba a permitirlo.
Se acercó a la mujer con un frasco mirándola con indiferencia.

-Si me permite... sus lágrimas son un gran material. Las lágrimas de una madre son muy valoradas. Puedo hacerle una revisión a cambio.

La mujer no sabía cómo responder ante aquella situación, miró a su pequeña niña, aquella muñeca que hacía tantos años había sustituido a su hija. Asintió levemente, al menos ganaría algo. Él le acercó el frasco a las mejillas recogiendo esos pequeños fragmentos de dolor.

La puerta del taller se abrió y entró una joven casi perfecta. De piel blanca y cabello azabache, ojos verdes como esmeraldas y un vestido digno de una princesa. Pero en su precioso rostro un gran parche ocultaba su ojo derecho. Sé acercó donde la desvalida mujer aprovisionaba al dueño del local.

-Maestro, ya he encontrado todos los ingredientes del pago.

La mujer levantó la cabeza. Había dado los nombres pocas horas antes, aquellos nombres marcaban a las personas que serían el pago. No tendría remordimientos, aquellos sacrificios eran necesarios para su pequeña Miravelle, si era necesario despojar a algunas personas de elementos tan básicos como aquellos lo aceptaría, su niña lo merecía todo.

-Gracias Leana, nos pondremos a trabajar en cuanto la señora Grace termine.

La joven asintió mirando a la mujer y fue a ordenador las herramientas, mientras el maestro vigilaba su frasco de lágrimas de madre, interesado por adquirir un material de tanta calidad. Cuando consideró que ya tenía varias lo retiró, de todos modos la señora Grace ya no lloraba mucho a causa de la llegada de Leana. Tapo del frasco con cera y luego fue al armario de ingredientes especiales, lo tenía cerrado con un gran candado. Lo abrió con delicadeza, como si aquella pieza de metal pudiera sentir solo de verdad. Al abrir las puertas buscó el lugar adecuado para aquellas lagrimas.

Habían centenares de frascos. La señora Grace se fijo en ellos y no pudo evitar acercarse, algunos brillaban, otros eran del color del océano, otros parecían destilar rabia y odio. El maestro se dio cuenta de la curiosidad de la mujer y se giró tras colocar el frasco que faltaba.

-Es una gran colección. Material de primera calidad, lagrimas por amor, lagrimas de odio, de rabia, de frustración... cada gota contiene un gran poder. Son elementos básicos para crear un corazón.

La mujer intentó articular alguna palabra, aunque realmente no interesaba lo más mínimo lo que pudiera decir. El hombre cerró el armario y luego aseguro el candado. Sonrió satisfecho y miró a su ayudante.

-Quería acompaña a la señora Grace a la salida y llama a Yrel, tenemos trabajo.

Fue a ver los ingredientes. Estaban todos. Otra sonrisa se dibujo en su rostro, una sonrisa cargada de ansias por empezar a trabajar con aquellos ingredientes sin tener en cuenta las vidas que se habían perdido para que él los tuviera. 

miércoles, 3 de junio de 2015

Enfermedad






El la miró. Estaban haciendo todo aquello por ella, le debían la vida a esa mujer y estaba convencido de que aquello era lo adecuado, la salvarían sin importar el coste.

Posó su mano en el cristal de aquella extraña prisión y ella la suya en el mismo lugar. Seguía viva y podía verles, sus movimientos eran limitados. Parecía frágil, su pelo flotaba lacio y sin vida, gracias a ello y los pocos gestos que ella había hecho habían sabido que aquel contenedor cristalino tenía algún extraño liquido dentro, aquello la mantenía con vida en esos momentos.
Su piel era blanca, casi perfecta si no fuera por las pequeñas grietas. Su rostro transmitía tristeza y a pesar de todo su cuerpo parecía el de una mujer muy joven.

-Temo que sacarte de ahí pudiera hacer que la enfermedad siguiera su curso, debemos dar con una cura antes. Lo conseguiremos.

En realidad no sabía si aquel era el deseo de su madre pero poco le importaba.  Tanto él como su hermano llegarían hasta donde hiciera falta para conseguir que su madre se recuperara de aquella enfermedad que la consumía, era lo único que les faltaba, ya sabían cómo sacarla del cristal y lo harían cuando supieran como estabilizarla, ya que parecía que la sustancia del cristal detenía el avance de la enfermedad.

-Ya tenemos a los nuevos sujetos en el laboratorio de pruebas. - Un hombre de mediana edad entró en la sala, vestía una bata blanca, unas gafas grandes y oscuras que impedían verle los ojos, y un cabello largo bien trenzado. - Deberíamos ir, creo que Adelle nos ha traído alguno que no coincide con los datos de madre, por lo que quizá no nos servirán todos.

-Los que no coincidan pueden ser para otros experimentos. Si conseguimos adaptar el suero a todas las sangres podríamos ayudar al futuro, la enfermedad de madre se ha detectado en otros pacientes que no han recibido su buena suerte.

-Dar con un suero neutro...puede ser complicado pero efectivo, haré que pasen todos por la primera fase.

-Que saquen antes todas las muestras, sangre y tejidos.

-Como hay tantos con suerte habrán varios semejantes.

-Sería bueno, como tener recambios, mueren con mucha facilidad.

Los dos hermanos miraron a su madre un segundo para luego despedirse de ella, tenían mucho trabajo y poco tiempo. Cerraron la sala con varios candados electrónicos, a pesar de confiar en todos los científicos no querían que nadie se acercará a ella, fueron al ascensor y subieron hasta la superficie. Ahí se encontraba el laboratorio central. Habían siete mesas de cristal llenas de frascos y otros contenedores de cristal, al otro extremo estaban las jaulas con los sujetos. Hombres y mujeres que miraban con miedo todo aquello, por suerte los alimentaban muy bien, comida de primera calidad tratada por los mejores cocineros.

En el extremo de la derecha habían camillas con correas y varias puertas. Cada una de aquellas puertas daba a una sala llena de capsulas con sujetos dentro. Todo eran personas pero no querían darles tal valor, ya que entonces se verían como monstruos.

Niños, hombres y mujeres sufriendo distintas mutaciones, deformaciones, laceraciones y efectos secundarios de todos los productos químicos que les inyectaban. Su mayor logró hasta el momento había sido revertir la vejez a cambio de tener unas grietas rojas por todo el cuerpo. Cada día estaban más cerca.