miércoles, 3 de junio de 2015

Enfermedad






El la miró. Estaban haciendo todo aquello por ella, le debían la vida a esa mujer y estaba convencido de que aquello era lo adecuado, la salvarían sin importar el coste.

Posó su mano en el cristal de aquella extraña prisión y ella la suya en el mismo lugar. Seguía viva y podía verles, sus movimientos eran limitados. Parecía frágil, su pelo flotaba lacio y sin vida, gracias a ello y los pocos gestos que ella había hecho habían sabido que aquel contenedor cristalino tenía algún extraño liquido dentro, aquello la mantenía con vida en esos momentos.
Su piel era blanca, casi perfecta si no fuera por las pequeñas grietas. Su rostro transmitía tristeza y a pesar de todo su cuerpo parecía el de una mujer muy joven.

-Temo que sacarte de ahí pudiera hacer que la enfermedad siguiera su curso, debemos dar con una cura antes. Lo conseguiremos.

En realidad no sabía si aquel era el deseo de su madre pero poco le importaba.  Tanto él como su hermano llegarían hasta donde hiciera falta para conseguir que su madre se recuperara de aquella enfermedad que la consumía, era lo único que les faltaba, ya sabían cómo sacarla del cristal y lo harían cuando supieran como estabilizarla, ya que parecía que la sustancia del cristal detenía el avance de la enfermedad.

-Ya tenemos a los nuevos sujetos en el laboratorio de pruebas. - Un hombre de mediana edad entró en la sala, vestía una bata blanca, unas gafas grandes y oscuras que impedían verle los ojos, y un cabello largo bien trenzado. - Deberíamos ir, creo que Adelle nos ha traído alguno que no coincide con los datos de madre, por lo que quizá no nos servirán todos.

-Los que no coincidan pueden ser para otros experimentos. Si conseguimos adaptar el suero a todas las sangres podríamos ayudar al futuro, la enfermedad de madre se ha detectado en otros pacientes que no han recibido su buena suerte.

-Dar con un suero neutro...puede ser complicado pero efectivo, haré que pasen todos por la primera fase.

-Que saquen antes todas las muestras, sangre y tejidos.

-Como hay tantos con suerte habrán varios semejantes.

-Sería bueno, como tener recambios, mueren con mucha facilidad.

Los dos hermanos miraron a su madre un segundo para luego despedirse de ella, tenían mucho trabajo y poco tiempo. Cerraron la sala con varios candados electrónicos, a pesar de confiar en todos los científicos no querían que nadie se acercará a ella, fueron al ascensor y subieron hasta la superficie. Ahí se encontraba el laboratorio central. Habían siete mesas de cristal llenas de frascos y otros contenedores de cristal, al otro extremo estaban las jaulas con los sujetos. Hombres y mujeres que miraban con miedo todo aquello, por suerte los alimentaban muy bien, comida de primera calidad tratada por los mejores cocineros.

En el extremo de la derecha habían camillas con correas y varias puertas. Cada una de aquellas puertas daba a una sala llena de capsulas con sujetos dentro. Todo eran personas pero no querían darles tal valor, ya que entonces se verían como monstruos.

Niños, hombres y mujeres sufriendo distintas mutaciones, deformaciones, laceraciones y efectos secundarios de todos los productos químicos que les inyectaban. Su mayor logró hasta el momento había sido revertir la vejez a cambio de tener unas grietas rojas por todo el cuerpo. Cada día estaban más cerca.

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