miércoles, 30 de diciembre de 2015

Dragones. Cuento



Hace mucho tiempo, cuando aún no existían las grandes ciudades, la gente vivía en pequeñas casas aisladas por la montaña. Esas casas estaban hechas de todo aquello que la montaña les podía dar; madera, barro, piedras…

En una de esas casitas vivía Luen, una joven de cabellos como la luna y ojos como el mar. Sus padres le hicieron una pequeña casita en un árbol para que la niña pudiera jugar con sus amigas. A veces también le dejaban pasar las noches. Lo que no sabían sus padres es que Luen, esas noches, hablaba con las estrellas.

Ellas le explicaban cómo se veía el mundo desde ahí. Como eran las blancas montañas nevadas, los verdes prados con los caballos salvajes, el gran mar con sus extrañas criaturas.
En una noche de verano, Luen fue a dormir a su casita del árbol. Pero cuando se tumbo para hablar con las estrellas, vio que no había ni una de ellas. La niña se preocupo, busco por todo el cielo, y cuando ya pensaba que era inútil vio una luz brillante que se acercaba.
Cada vez era mayor el resplandor que emanaba, poco a poco pudo distinguir unas grandes alas. En pocos segundos, un gran dragón plateado se posaba ante Luen.

La niña se acerco con cierta curiosidad y tendió el brazo para llegar a rozar una de las alas. Al notar la calidez que desprendía el dragón se aparto de inmediato asustada.
Una voz en su interior intento calmarla, y mientras el dragón extendía el ala la voz le decía a la niña que subiera. Que él era su estrella e iba a enseñarle todas aquellas cosas de las que habían hablado.
Luen no se lo pensó dos veces. Subió encima del dragón y se agarro como pudo para ver poco después como emprendían el vuelo. En cuestión de segundos pudo ver su pequeña casa del árbol por debajo de ellos.

El dragón dejo de coger altura y Luen miro hacia atrás, centenares de dragones iban con ellos. Le explicaron que ellos eran los guardianes del mundo, eran las estrellas que desde los cielos velaban por su seguridad, por el equilibrio del mundo y de todos los seres que en él habitaban.
Pasaron por las blancas montañas nevadas, por los verdes prados con caballos salvajes e incluso por encima de las azules aguas de los mares. Sin darse cuenta Luen se quedo dormida.

Despertó en su pequeña casita. Al lado había una caja, y cuando la abrió vio una brillante escama plateada con una cuerda del color de las perlas. Se puso el colgante sonriente. Las estrellas la habían escuchado y le habían regalado su sueño.

miércoles, 23 de diciembre de 2015

Desesperación actualizada. ( 1º Parte)




Había sido un gran día hasta llegar a casa. Una agonía empezó a crecer en su pecho pasados los quince minutos desde que había intentado conectarse a internet desde el ordenador. La primera vez había pensado que quizá no tenía algo bien conectado, por lo que había dedicado un tiempo en revisar todos los cables.

Al ver que seguía sin conexión apagó el router y volvió a encenderlo a los pocos segundos. Aquello debía funcionar, pensó. Era como se resolvían prácticamente todos los problemas de aquel estilo. Pero siguió sin poder navegar por internet.

Quizá debía darle un descanso al router, era un aparato electrónico que se calentaba con facilidad, por lo que podría esperar media hora mientras limpiaba los platos.

Aquella espera le resultó larga y tediosa, no por la terea que estaba realizando, sino porque pensaba en las cosas que se estaba perdiendo. El avance en los juegos, las conversaciones con los amigos en el chat, la lectura de los correos electrónicos, las noticias que veía por las redes sociales...eran demasiadas cosas y aquello le iba consumiendo poco a poco.

Cuando terminó aquella horrible tarea fue corriendo a probar de nuevo. Seguía sin poder conectarse.


Había llegado el momento de llamar a su compañía, pero fue tan solo para confirmar lo que tanto temía. Había una incidencia en la zona e iban a tardar unas horas. El teleoperador le explicó que los técnicos ya sabían cuál era el problema, estaban trabajando en ello pero no sabían cuando estaría el servicio restablecido.

Dejó el teléfono móvil a un lado mientras pensaba en aquellas horas muertas, se sentía abandonado, incomunicado, como si una parte de él hubiera sido cruelmente mutilada. Miró su habitación si saber qué hacer, tenía una televisión que solo acumulaba polvo, libros que ya había leído más de tres veces y juegos de mesa variados que sin duda, no iba a tocar. También podía ordenar todos los apuntes que tenía de cuando estudiaba, o doblar ese montón de ropa limpia que se encontraba encima del sofá.  


La mejor opción sería quedar con los amigos, pero estos se encontraban en los juegos online y no iban a salir de ahí, por lo que iba a ser una tarde larga, aburrida y desesperante. Realmente, pasados unos veinte minutos desde la mala notica, empezó a plantearse ir a la ciudad más cercana para intentar conectarse desde ahí. Necesitaba entrar en la línea, y el no poder le consumía lentamente.

miércoles, 16 de diciembre de 2015

Larga espera para el descanso eterno. Historia de "Allá" (3)



Estar muerto tampoco era muy desagradable. No sentía picores, ni dolores, tampoco tenía la necesidad de ir al baño. Recordaba que en los últimos años debía ir cada quince minutos, algo molesto y pesado.

Terminó aquel test basado en su vida, no había un solo error, por lo que cuando lo revisaron le confirmaron que su alma no había suplantada. Ella los miró sorprendida, no le decían nada nuevo y aun no sabía nada de su merecido descanso.

La llevaron al exterior de aquel extraño edificio lleno de despachos. Era un gran jardín, realmente precioso con flores de todos los colores y arboles que parecían rozar las nubes. Aunque aquello era extraño, ya que si estaban en el cielo, debía estar entre nubes, no bajo ellas.

-Deberá esperar a que le llamen para el juicio, últimamente tardan un par de días.

-¿Ahí veré a la muerte entonces?

-Depende de si cuando llegué su turno es su hora del descanso o no. En sus horas de descaso le sustituye una de las Primeras Almas Santas.

-No me parece un sistema muy correcto, cuando uno se muere espera que al menos le atiendan como es debido.

-Lo entendemos perfectamente, puede poner una reclamación en la mesita del té de la terraza azul, aunque esta situación no es algo que nos agrade, en las últimas décadas ha habido un aumento del trabajo...

Miró a su alrededor, realmente había mucha gente esperando en aquel jardín. Algunos paseaban, otros se habían quedado tumbados, algunos comían en las terrazas, incluso había un pequeño lago donde los más atrevidos se bañaban. No parecía que tuviera que aburrirse al menos.

-María Dolores Trebi Lorent entre por la puerta azul.

La voz por megafonía llegó a escucharse por todas partes. Una mujer de gustos refinados que se encontraba en una de las terrazas dejó de comer un pastel de fresas para ir a la puerta indicada. Al momento, alguien recogió la mesa donde ella se había sentado.

-Quedan tan solo tres mil setecientas treinta y siete personas, no se preocupe, la llamarán rápido.

La mujer se fue por donde habían venido, pronto recogería a otro fallecido y lo llevaría a aquel jardín para darle la gran noticia, había que esperar para que alguien decidiera que hacer con su alma. Al menos había la certeza de que el cuerpo terrenal iba a servir de abono y aquello era algo productivo.


-Al menos ahora tengo tiempo para hacer cola... 

-Ahora dice... cuando entremos ahí nos dirán si tenemos que ir a otra cola, por lo visto ahora hay demasiadas almas en el descanso y muchas de ellas son enviadas a la reencarnación, y para ello hay que esperar a que hayan nacimientos.  Luego están las almas condenadas a trabajos forzados, ya no existe eso del cielo y el infierno... yo solo espero que no me toque trabajar al lado de la fotocopiadora, cuando se estropea toca copiar todos los documentos a mano.


miércoles, 9 de diciembre de 2015

Cuento antes de dormir.

"Era una casita de piedra gris con mucho musgo debido a la humedad de aquel bosque. Había un pequeño cercado con un par de cerdos y varios árboles que estaba claro que habían sido plantados a propósito pero la joven Martha no sabía reconocer de que clase eran.

Como estaba hambrienta por haberse perdido durante horas fue a la puerta de madera y golpeo tres veces."

-¿Por qué tres veces?

-Si vas a interrumpir el cuento me voy a la cama.

-No, no quédate, no diré nada más.

La anciana miró a su nieta quien se había tapado bien y cerrado los ojos. Cada noche era lo mismo. La escusa de aquella vez era un monstruo debajo la cama, pero ella había asegurado que no había nada, luego la pequeña le había suplicado por el cuento.

"La puerta se abrió sola, pero eso no sorprendió a la pequeña, ella sabía que ahí vivía una bruja y por lo tanto era normal que la puerta estuviera hechizada.  Martha no tenía miedo, sabía exactamente que debía hacer, tan solo necesitaba encontrar el amuleto donde la bruja había atrapado el espíritu del bosque.

Pasó toda la tarde buscándolo, y cuando estaba a punto de desistir, llegó la bruja.

Era bastante bajita pero su sombrero puntiagudo le hacía ganar altura. Llevaba un vestido gris con adornos blancos y en su cuello se encontraba el colgante que la niña había estado buscando.

Martha se encontraba escondida en el armario, pero no fue una gran idea, la bruja guardaba ahí un montón de cosas y sabía que tarde o temprano la encontraría. Con lo que no contaba Martha era con sus amigos, que al no encontrarla para jugar habían ido a buscarla.

Cuando ellos llegaron a casa de la bruja, ésta ya había descubierto a Martha y la tenía bien atada a una silla. Por ello sus amigos entraron en la casa con gritos y levantando palos como si fueran espadas y ellos los caballeros al rescate de una princesa.

Aunque la bruja era poderosa no podía hechizarlos a todos de golpe, transformó uno en rana, a otro en rata pero no tuvo tiempo de transformar al tercero, quien le dio un buen golpe en la cabeza.

Desató a su amiga y mientras él cogía a sus dos amigos transformados ella cogió el colgante y lo rompió.
No sucedió nada, lo cual fue una gran decepción, pero se fueron a casa pensando en cómo explicar a los padres que dos de esos chicos ahora eran pequeños animales.
Antes de llegar al pueblo un gran ciervo blanco apareció delante de los chicos, y el sapo y la rata volvieron a ser niños. Era el espíritu del bosque. Les dijo que había encerrado a la bruja en una bola de cristal, y que a partir de ese momento, él protegería el bosque, aunque esperaba contar con la ayuda de esos nobles corazones.

Y así fue como esos cuatro niños empezaron con la tradición de los druidas del bosque."

La anciana vio que la niña ya estaba dormida. Le beso en la frente y se fue de la habitación pensando en los temores de su nieta.


Unos ojos temblorosos siguieron los pasos de la mujer, hasta que salió de la habitación. Tenía miedo, le había dicho a su padre varias veces que sabía que habían monstruos en su habitación, y su único pensamiento era en que confiaba estar a salvo y que aquella criatura que estuviera encima de la cama no quisiera mirar debajo de ella.

miércoles, 2 de diciembre de 2015

Ser mecánico. No es fácil Ser (parte 9)



Siempre estaba repleto de manchas de aceite. Muchos decían que era una persona sucia por ello, las manchas eran demasiado visibles, pero nosotros estábamos orgullosos de él. Aquellas manchas realmente tenían otro significado.

Las uñas solían estar bastante negras, señal que había estado trabajando con pequeños tornillos. Las manos también tenían aquel color, a causa de aguantar grandes y pesados componentes necesarios. Incluso en la frente tenía rastros de suciedad por haber intentado sacarse el sudor y que no le molestara mientras caía por todo el rosto.

En la ropa es donde más se veían aquellos signos del trabajo duro. Las zapatillas estaban desgastadas por todos lados, señal que no dejaba de andar de un lado a otro cargando herramientas o componentes, por lo que debía apoyarse bien. Los pantalones habían sido de color azul, un color claro y nítido, pero con el tiempo se fue oscureciendo, el aceite y otros componentes impregnaron la tela para no marcharse jamás. Clara señal de haber estado por el suelo si era preciso para solucionar el problema. A veces debía pasarse horas debajo de una de aquellas bestias metálicas para hacer la reparación necesaria.

Las camisetas se encontraban llenas de pequeñas y grandes manchas. Cuando las veíamos sonreíamos, sabíamos el significado de cada una.

"Aquella significa la dedicación, se ha asomado demasiado y se ha manchado."

"Esa es la perseverancia, se repite porque lo intentó hasta lograrlo."

"Las del costado son las de la victoria, las manos apoyadas en la cintura para observar el mejor trabajo realizado."

Y es que trabajar con las manos es todo un arte, tener delante el motor de un coche y conseguir que funcione cuando antes solo era capaz de dejar ir extraños ruidos es todo un logro que pocos consiguen.


Él siempre fue capaz de arreglar esos extraños mecanismos que los demás veíamos como extraños pero imprescindibles, por lo que él es igual de imprescindible, aunque pocas veces se le dice.

miércoles, 25 de noviembre de 2015

Gweskaine. Crueldad concedida (3)



Al fin llegó. Tras largos días de viaje Gweskaine llegó a la ciudad, un lugar lleno de vida y color, de risas y movimiento. Al verlo la hada negra solo pensaba en una cosa. "Pronto dejarán de tener razones para reírse tanto".

Antes de atacar hay que conocer al enemigo, saber de sus debilidades y sus fortalezas, conocer sus estrategias, sus recursos y a poder ser, ganarse su confianza sin que sepa que estas tramando. Aquellas eran las bases iniciales del plan de la hada negra, quien se esforzó para pasar inadvertida en aquel extraño ambiente.  Un disfraz de simple muchacha le ayudaría para tal fin aunque lamentaba tener que ocultar sus alas, pues no podría usarlas.

La ciudad que había escogido era famosa por su arquitectura. Se había levantado sobre una cascada, unía sus calles por grandes puentes de piedra y en el centro había un gran palacio que parecía estar hecho de marfil blanco. Era un lugar tan lleno de luz que le provocaba arcadas a la oscura hada. Su deseo de llevar el caos a aquel lugar crecía a cada paso que daba y necesitaba repetirse el plan para no adelantar acontecimientos.

Conocimiento, debía saber que defensas tenía aquel lugar contra las artes mágicas, y seguro que algo debía tener, pues los hechiceros poblaban el mundo y eran conocidos en todas las urbes sin importar el tamaño de las mismas.

El palacio central era un lugar adecuado, cuando Gweskaine llegó se quedó contemplando las dos altas torres que se encontraban a ambos lados, parecían querer rozar las nubes. Entre ellas se encontraba la escalera, no era muy alta y terminaba en una plataforma con una bella estatua en el centro, la estatua era gigantesca y en su interior podía contener a cientos de personas. "Un truco, sin duda, el espacio interno esta hechizado para que sea mayor de lo que aparenta". Gweskaine ya había visto aquella magia, algunas hadas del pantano la practicaban, era práctica pero no tenía mucha más utilidad.

No se veían otros signos de magia, pero sí de devoción. Aquella gente se acercaba a aquel extraño palacio dentro de la estatua, se acercaban a  un pequeño altar y besaban una estatua. Gweskaine se acercó sin comprender "¿ Tan locos se han vuelto los humanos que adoran una piedra?".  Escuchó sermones, escuchó alabanzas y comentarios. Pasó días ahí esperando a comprender a aquella gente.

Supo que esos humanos le rezaban a una mujer que había sido la madre de todos. Le daban las gracias por la vida, por las buenas cosechas, por el sol de cada día... por tantas cosas que la hada negra había perdido la cuenta.  Parecía una fe inquebrantable, ya que el objeto al que adoraban, la criatura a quien le rezaban... no había sido nunca vista por nadie.

Gweskaine no tardó en irse de aquella ciudad. No parecía divertido atormentar a quienes eran presas de ellos mismos. La hada consideró que aquellos humanos vivían atormentados en sus propias mentes, temiendo dar un paso en falso y que aquel ente inexistente les castigará. "Pobres criaturas" pensaba la hada.  No tenían más libertad que las hadas negras del pantano. Estaban atrapados en aquel lugar por unas creencias que eran peores que las más firmes cadenas. No valía la pena intentar provocar el caos en una ciudad ya enferma.

Poco a poco se fue dando cuenta de todo aquello, pues en las calles veía imágenes de aquella figura, madres regañar a sus hijos diciendo que aquel ente les robaría el alma si no se comían las verduras. Vio desdichados sin un techo donde cobijarse pedirle a aquel ente un poco más de suerte, aunque nunca recibían respuestas.

Cuando Gweskaine abandonó la ciudad sacó varias conclusiones más. Si aquel ente existía, también era prisionero, pues los humanos lo usaban para explicar sus existencias. Cuanta responsabilidad sobre una sola espalda, cuantas justificaciones en su nombre, le parecía algo horrible lo que hacían aquellas personas a aquel ente del cual no tenía pruebas de su existencia. 


Lo más cruel que podía hacerles era dejar que siguieran viviendo de ese modo, pues poco a poco se consumían ellos mismos sin darse cuenta. Y así fue como Gweskaine decidió ir a otra ciudad, la próxima no sería tan grande, con suerte encontraría humanos cuerdos a los que atormentar.

miércoles, 18 de noviembre de 2015

La Ciudad de las Muñecas. Fin

20 años después.

-Maestro, la señora Grace ha venido a buscar a su hija.

Hacía mucho que se había cansado de aquel trabajo, pero debía seguir hasta las últimas consecuencias, aquel había sido el trato.  Miró a Yrel, era un anciano, en cambio él no había cambiado absolutamente nada.  La bella Leana  tampoco, era una muñeca por lo que era natural no cambiar. Miravelle también era una muñeca, pero con el paso de sus años su madre la había llevado al taller para adaptar su aspecto al paso de los años. Así lo habían hecho todas las familias de aquel pueblo donde ya no quedaban niños.

La señora Grace había también envejecido, pero estaba llena de ansias por ver a su pequeña. Jonathan fue a recibirle en la tienda mientras su ayudante atendía a la joven Miravelle.

-Esta radiante esta mañana señora Grace.

-No digas tonterías, estoy vieja y arrugada, pero no me importa, he vivido mucho y he visto a mi pequeña crecer, eso es algo que un brujo como tú nunca entenderá.

-En cierto modo tiene razón, pero no se encuentra aquí para discutir tales detalles. Le presento de nuevo a su Miravelle, una joven que ya ha florecido.

La muñeca ya no era aquella niña torpe. Tenía en su interior multitud de magias que sustituían los pensamientos humanos, los sentimientos, las manís, la inteligencia...su aspecto tampoco era el de antaño.  Sus rizos dorados caían en cascada por su espalda, la señora Grace había pedido que tuviera el cabello más largo. Sus ojos eran de un azul intenso y su sonrisa tenía el color de las fresas.

Su cuerpo era el de una joven de 20 años, era perfecta y preciosa. Sus pasos eran elegantes y delicados al igual que la reverencia que hizo al ver a quien reconocía como madre. Al lado de la joven Yrel se veía más anciano de lo que era.

-Esto compensa todos los pagos.

Era lo que todas las madres decían cuando veían a sus "hijos" crecidos. Aquella tarde la señora Grace iría al parque con su joven y bella Miravelle para que todos pudieran verla. Jonathan también fue y le pareció un espectáculo desolado y deprimente.

Nadie jugaba, no habían infantes correteando de un lado a otro, tampoco habían risas, ni gritos. Se oía una frágil música de algún violín cercano mientras en un banco se encontraban las madres ancianas hablando de lo preciosas que eran sus hijas nacidas de la arcilla y la magia. En otro banco se encontraban ellas. Esas muñecas tan bien hechas con aspecto similar al de un humano. No tenían nada que decirse, tan solo estaban ahí esperando a poder atender a sus madres, a quienes habían dado tanto por tenerlas.

El paisaje era gris. No había vida en aquel parque y nunca más habría.

75 años más tarde.

El taller se encontraba vacío. Jonathan se encontraba en aquel parque donde ya no habían niños. A su lado tenía un maletín, en la carretera se encontraba el carro con un caballo y todas sus posesiones, las cuales eran pocas. No había podido reparar a Leana, le faltaban materiales por lo que debía dejarla ahí también, junto a las otras.

Yrel había fallecido años atrás, al igual que todos los que habían vivido en aquel pueblo. De ellos solo quedaban esas muñecas rotas que miraban al cielo sin poder moverse.

-La magia aun no es eterna, pero encontraré el modo algún día.

Subió a la carreta y abandonó aquel lugar donde antaño los infantes reían, gritaban, jugaban... donde ahora las muñecas rotas reposaban mirando el cielo en un absoluto silencio.


¿Qué habían hecho, las gentes de aquel lugar, para merecer desaparecer de aquel extraño modo? Era una pregunta que Jonathan tenía pero nunca formularía, pues él tan solo cumplía con el trabajo que había aceptado, y seguiría haciéndolo hasta el fin de los días.

miércoles, 11 de noviembre de 2015

Partida. Angelique (1)



En la puerta estaba aquella mochila vieja de cuero. No llevaba mucha cosa dentro, un estuche con distintas herramientas, un par de cajas con tornillos, tuercas, clavos y otros pequeños repuestos que pensó que podrían serle útil algún día. También llevaba un viejo diario, confiaba en que ese diario le ayudase durante el viaje, era la única pista que tenía.  Los bolsillos también estaban llenos, y en una de las correas había un pequeño dragón mecánico enrollado.  Al lado de la mochila había un pequeño fardo hecho con tela marrón, encima de este, una carta.

La casa estaba vacía, solo estaba ella, los demás habían preferido irse para no alargar la despedida. Todo lo que debían decir ya se había dicho la noche anterior, suficientes lágrimas, lamentos y quejas. Ella ya estaba decidida y nada iba a detenerla. Su padre le había repetido varias veces que era una locura, que no encontraría nada, pero ella le respondía que sus palabras tan solo estaban cargadas de temor.  Sabía que él nunca había salido del pueblo, y solo se aventuraba al mar, era un hombre conformista y sin curiosidad por el mundo. Era una parte de su padre que detestaba.

Empezó a ir por toda la casa, por cada una de las habitaciones recordando los buenos momentos en esa casa.  La habitación de su hermana, donde habían retales de telas por todas partes, era también su taller de costura. Había vestidos sin terminar y patrones en la mesa.  Se encontraba todo en un curioso orden entre todo el mar de colores y tejidos. Estar en esa habitación siempre le aportaba tranquilidad. La siguiente era la suya. Había un par de estantes llenos de libros. Un escritorio con esquemas  y poco más. La cama era muy sencilla, era lo único que aportaba algo de color ya que las sabanas habían sido decoradas por su hermana.

Pensó que tenían suerte de poder tener varias habitaciones, aquella casa era lo único que les había dejado su abuelo, y se podría decir que era el único lujo que conservaban.

No entro en la habitación de sus padres, nunca lo hacía, era un lugar especial para ellos, donde tenían su intimidad  y consideraba que debía respetarse. Cuando fue al comedor pensó en bajar al sótano, ese era su taller, su lugar sagrado, donde creaba todo aquello que se le ocurría. Ahora mismo el taller tenía las pocas herramientas que no se llevaba y algunas de sus creaciones que no estaban completadas o que consideraba que no iban a servirle mucho.

Empezó a oír voces. Ya volvían. Estaban llegando por la puerta trasera, pues era la que daba a la posada donde habían ido a desayunar. En su rostro se dibujo una leve sonrisa nostálgica. Fue hacía la puerta principal, no podía quedarse más tiempo, sino sabía que no partiría nunca.

Cogió la mochila y el fardo y salía por la puerta. Se aseguro de llevar sus armas y que el pequeño dragón mecánico estuviera bien agarrado. Miro hacía el camino, su primero objetivo era la ciudad más próxima, Thaledin, llamada también como la ciudad en las Sombras a causa de los grandes árboles que habían por todas las calles, los cuales no dejaban que la luz del sol llegará a iluminar. Había marcado en un mapa todas las ciudades importantes que deseaba ver simplemente por conocer mundo, Thaledin iba a ser solo el principio.

Empezó a andar, sabía que no debía detenerse ni mirar atrás. Debía seguir el camino de la izquierda, ese iba directamente hacia las montañas, en dirección contraria al mar, donde se extendía un poco más el pueblo.  Pasaría por delante de un par de casas, pero nada más. Nadie del pueblo la vería partir. Se entraría entonces por las montañas, debía cruzarlas y detrás estaba la ciudad. Calculaba que serían tres días de camino si hacía pocos descansos. Confiaba también en encontrar algún carro mercante, o uno de esos automóviles tan nuevos que solo podían permitirse aquellos que tenían tanto dinero como para comprar un pueblo entero.


A medida que avanzaba podía oír a su padre diciendo que iba a dar con aquello que buscaba, a su madre repitiéndole que se cuidará, que comiera bien y que si le pasaba algo volviese a casa lo antes posible. También oía a su hermana, que con una sonrisa le deseaba un buen viaje lleno de sueños cumplidos.

miércoles, 4 de noviembre de 2015

Cosplay .No es fácil Ser ( parte 8)




Debía ser perfecto. Ella tenía muy claro que los trabajos a medias eran horribles, y estaba dispuesta a dedicarle todo el tiempo del mundo. Las manualidades no siempre se le dieron bien, pero con el paso de los años y la práctica era prácticamente como el mejor de los artistas. Solo necesitaba el material adecuado y una idea base.

Tela, cartón, pinturas, accesorios... todo estaba a su disposición y no dudaba en abusar de ello. Tenía una idea clara, en su escritorio se encontraba aquella imagen, ese personaje era perfecto. Sus facciones eran parecidas, el pelo distaba bastante pero para ello había adquirido una peluca de la mejor calidad que había cepillado durante horas para que quedara perfecta.  El físico era similar, y las ropas, relativamente fáciles de confeccionar.
Iba a poner en práctica todo lo aprendido aquellas emocionantes tardes con su abuela. Hilo y aguja en mano, tijeras a un lado y patrones en otro, empezó a hacer aquel traje que tan bien debía quedar. Primero la zona central, el busto, luego seguiría con las mangas. La falda iba a parte, pero debía parecer que se fusionaba con aquella blusa, efecto que conseguiría con un cinturón adecuado.

Todo aquello era sencillo, lo complicado era hacer las armas. Llevaba un báculo de buen tamaño, necesitaba una vara adecuada y cartón para hacer el acabado. Primero debía hacer los bocetos, pensar como darle volumen a tan magnífica arma. Cortar bien cada pieza para luego unirlas como debían encontrarse y por último pintarlo para darle un poco de realismo.

El resultado siempre era impresionante, dedicarle varias semanas  merecía la pena, y ella estaba convencida de que el día en que lo llevará, los demás también pensarían que había valido la pena.  A pesar de hacerlo por ella misma, porque le gustaba, también se sentía bien al mostrar su trabajo, era una muestra de su mejoría desde las primeras veces. Cada año se parecía más al personaje escogido.

Para finalizar todo aquel trabajo de semanas quedaba el maquillaje.  Muchos de los personajes que vestía llevaban tatuajes, o tenían los ojos más marcados, o tenían cicatrices...eran detalles que solo podía conseguir de un modo. Para mejorar se había comprado el mejor maquillaje del mercado y había estudiado cada marca que tenían esos personajes en la piel.

Cuando todo estaba listo podía decirlo llena de orgullo, cada año se superaba a ella misma, era un reto personal que la animaba a seguir, y ponerse en la piel de aquellos personajes que tanto adoraba era como un honor.

No es fácil ser cosplayer.

miércoles, 28 de octubre de 2015

Cuando no es lo que esperas. Historia de "Allá" (2)




Cuando al fin la cola se había terminado dijeron su nombre. El "becario" muy amablemente se despidió de ella, dijo que debía ir a por el siguiente cliente y así lo hizo. Ella miró hacia atrás, habían muchos que se habían unido a la cola y esperaban el turno. Su nombre volvió a escucharse y se sobresaltó. Delante tenía una gran puerta, la abrió y se encontró en una gran sala llena de mesas, muchas de ellas ocupadas.

-¿Unas oficinas?... esto es....

Una mujer bien peinada y arreglada se acercó a ella, parecía molesta por algo.

-Señorita, no se quedé ahí de pie, le he llamado más de cinco veces. Acompáñeme.

-Si.. disculpe.

Ella se sentía extraña, se miró de pies a cabeza viendo que era mucho más joven, ¿dónde habían ido todos los años que llevaba a su espalda? tampoco le importó mucho. Al llegar a la mesa de aquella mujer, se sentó.

-Bienvenida a la agencia de colocación " Nuevo Amanecer", le hemos devuelto a  su cuerpo una forma más joven en la que le será más sencillo moverse. Resolveremos sus dudas y revisaremos su currículo para...

-Espere un momento señorita. - Le interrumpió, debía hacerlo, aquellas palabras cada vez tenían menos sentido. - ¿Agencia de colocación? pero si me he muerto, ¿no me toca el descanso eterno? Ya he trabajado muchos años.

-Oh, sí ha aprendido y se ha preparado para la siguiente etapa, aquí  lo vemos, tenemos toda su vida registrada. Si su currículo fuera más pobre debería usted reencarnarse para hacerlo mejor, pero alégrese, no es así.

-Me han dicho que La Muerte decide donde va cada alma.

-Y así es, le haremos algunas pruebas para confirmar que es usted, y no un caso de suplantación de alma, luego le pasaremos los datos a La Muerte, y ella decidirá qué hará usted en esta nueva y maravillosa etapa de su existencia.

-¿Cuánto durará? - Todo era demasiado extraño, no podía pensar en la mitad de información que aquella mujer le estaba dando, en la iglesia cada domingo le decían que iría al cielo y podría descansar tranquila, es lo que esperaba, un poco de paz, pero por lo visto iban a darle más trabajo. - ¿Saben que ahí abajo prometen el descanso?

-¿Ahí abajo? dónde...oh, ya entiendo. Tiene usted los conceptos un poco confundidos, no se preocupe, le daremos el manual adecuado.

No se atrevió a preguntar o decir nada más, esperó a que esa señorita sacará unos papeles de varios cajones que habían tras ella, luego que firmará unos documentos, que hiciera varias fotografías, tomará sus huellas dactilares y escribiera con una pluma antigua en un pergamino que parecía sacado de una película ambientada en el Medievo.

- Debe responder a este cuestionario. - Le tendió una pequeña libreta de unas treinta paginas. - Le acompañarán a una sala tranquila donde podrá hacerlo, con usted estará en todo momento uno de nuestros becarios, cuando terminé le guiará al despacho donde deberá entregarlo.

Ella cogió aquel cuestionario pensando en lo bonito y sencillo que había sido su funeral, por un momento pensó en sus amigas, deseando que ellas nunca tuvieran que pasar por aquello.

Tal y como había dicho aquella mujer un becario se acercó. De nuevo parecía alguien cubierto por una sabana oscura.

-Acompáñala a la habitación... - la mujer estuvo mirando la pantalla de un ordenador, era sorprendente verla usándolo ya que momentos antes había estado un largo rato escribiendo como si estuviera en otro siglo - la 375 está libre, la voy a pedir.

La sabana se limito a asentir y empezó a andar. La joven que no comprendía nada se aseguró de no perder el cuestionario y de coger un bolígrafo para seguir al curioso becario. Pasaron cerca de varias mesas, ahí había mucha gente. No se veían ancianos, seguramente le habían hecho lo mismo que a ella, rejuvenecer el aspecto del alma para que pudiera moverse con mayor facilidad. Lo triste era ver algunos infantes.

Atendiendo a aquellas personas también habían muchos, vestidos con traje y peinados elegantes cumplían con su trabajo. Recitaban el saludo corporativo e indicaban los pasos a seguir. Le pareció reconocer a uno de sus vecinos de la juventud, el señor Jugert. Aquel hombre había fallecido cuando ella tenía doce años, lo recordaba bien, y ahí se encontraba, atendiendo a los recién fallecidos.

Llegaron a un ascensor y empezaron a subir pisos. Cuando llegaron al pasillo la sabana le indicó el camino amablemente para luego seguirlo. La sala a la que había sido destinada era de lo más simple. Tenía una mesa, una silla y una lámpara. Con cierto fastidio se sentó y empezó a revisar el cuestionario.

-Esto me recuerda a los examenes del instituto... quiero mi descanso prometido.


Eran preguntas de su vida, estaban asegurándose de que era ella y que realmente había vivido todo aquello. Cada pregunta era un recuerdo que siempre le acompañaría en aquella extraña muerte.

miércoles, 21 de octubre de 2015

Sueños



- Era un sueño precioso. Me encontraba en un gran campo de flores de mil colores, yo tenía una pequeña cabaña en ese campo, el sol brillaba cada día..

-Deja estar los sueños, no tienes edad para seguir hablando de esas cosas, luego lo deseas y uno no puede conseguir siempre lo que quiere.

-Los sueños son míos, nadie me los puede quitar  y no se rigen por la edad.

-Pero no te darán de comer, por lo tanto no son necesarios.

-Siempre ves la vida de negro y gris, los sueños le dan color. Pueden ser un objetivo, la meta al final de la gran carrera. ¿Acaso no hay algo que siempre hayas querido hacer?

-Ya no. El objetivo es sobrevivir, para ello hay que trabajar y tener dinero, con un sueño no se consigue nada.

- Pero es mejor trabajar pensando en lo bueno de mañana.

-Lo bueno de mañana es que tendré recursos para seguir sobreviviendo, y con eso me basta.


-Te conformas con muy poco. Prefiero pensar que mañana tendré recursos para hacer lo que más deseo, para conseguir esa cabaña que me dará tranquilidad. Porque nunca hay que abandonar los sueños.

miércoles, 14 de octubre de 2015

Operar. No es fácil Ser ( parte 7)




Había un silencio sepulcral. Sus manos estaban manchadas de sangre, al igual que todas las herramientas que había usado. La noche había sido demasiado larga y el resultado impredecible.

Se sentía agotado, como si hubiera subido una montaña sin probar una sola gota de agua. Le hacía falta una buena comida y mucha bebida, seguido de muchas horas de reposo, y aún así no se recuperaría del todo. Sabía que iba a ser un proceso largo y duro.

"Nunca se olvida" Ya le habían dicho que la primera vez sería algo que le iba a marcar, pero tenía claro que las siguientes iban a ser iguales. No s puede jugar con la vida y la muerte, pero en aquel edificio, en salas como aquella, todo dependía de personas como él. No es que decidiera sobre una cosa u otra, todo estaba en sus manos, su habilidad, y el paciente. O eso creían los familiares que esperaban noticias con ansiedad.

Se levantó sintiendo que una gran roca intentaba atarlo a aquella sala. Se quitó los guantes, la mascarilla y se cambio la bata. Presentarse con tanta sangre no sería muy adecuado. Cuando salió las enfermeras entraron para preparar el cuerpo y él se dirigió a la sala de espera, donde más de siete familiares esperaban noticias de la joven chica que había ingresado la noche anterior.

Cogió aire para dar la noticia, era triste. Había hecho todo lo posible, había luchado y suplicado al cuerpo de ella que también lo hiciera. Pero la enfermedad había sido más fuerte.

Cuando los padres se derrumban él intentaba explicar con más detalles el por qué de aquel desenlace, la dificultad de la situación y el reposo que ahora tenía. La joven había suplicado aquel momento, nunca tuvo esperanzas.

¿Habían faltado médicos? ¿los instrumentos no eran los adecuados? ¿ Los medicamentos no habían hecho sus efectos? ¿Faltaba sangre para la transfusión necesaria durante la operación? Eran demasiados factores los que podían afectar y era difícil determinar la verdadera causa, pero nadie quiso hablar más sobre ello. Ella no estaba, era lo único que importaba. Oír los llantos le rompía el alma, pero aquello no podía arreglarlo, en realidad, en ese momento sentía que era incapaz de arreglar nada, había fallado.

La familia se retiró,  en ese instante entraba una ambulancia. Un herido necesitaba una intervención de inmediato y él era el médico disponible. El paciente era un hombre mayor. Le dieron el aviso y suspiró un segundo. Era el momento de seguir trabajando, era el momento de seguir luchando por la vida.

No es fácil ser cirujano. 

miércoles, 7 de octubre de 2015

Regalo con Trampa. La Ciudad de las Muñecas (parte 6)





Jonathan sabía que no se podía trabajar con un taller sucio, por ello, cada mañana antes de abrir la tienda repasaba con un trapo humedecido cada rincón de su lugar de trabajo. Con otro trapo se aseguraba de que cada frasco estuviera reluciente, y con una escobilla limpiaba los moldes y la mesa.

Era como un ritual que debía hacer cada día, y aquello le hacía pensar muchas veces en el pasado, concretamente en ese día donde su vida cambio de un modo demasiado inesperado. En cierto modo estaba de acuerdo con aquel modo de vida, a él no le perjudicaba y tras tanto tiempo apenas le importaban las consecuencias de su trabajo.

Hace 75 años.

-¿Usted es el doctor del que tanto hablan?

-Depende de lo que haya escuchado caballero.

Jonathan estaba limpiando sus instrumentos tras haber hecho una larga operación con nefastos resultados. La consulta estaba bastante sucia y era lamentable que un posible paciente o familiar la viera en aquel estado, pero los guardias que custodiaban aquel edificio decidían quien entraba y cuando, por lo que no estaba en manos del buen doctor decidir quién veía la consulta ni en qué momento.

Se giró con cierto interés para ver el rostro del hombre que había preguntado por él. Era un señor de avanzada edad, seguramente con problemas de espaldas debido a la curvatura de la misma. Era delgado y tenía un cabello canoso bastante largo pero arreglado, al igual que una barba perfectamente cuidada. Era delgado y vestía un traje de lo más elegante, era extraño ver a alguien vestido de aquel modo en aquel lugar. No parecía asustado o asqueado por la sangre que salpicaba las paredes, el instrumental ni las ropas del doctor.

-He oído que usted está a favor de experimentar con humanos, y que por ello le mantienen aquí encerrado sin permitirle tratar correctamente a los pacientes. Solo le entregan aquellos que están destinados a morir por haber cometido los perores crímenes.

-En cierto modo ha oído bien, pero ¿alguien le ha hablado de mis avances?

-Sí, sé que gracias a usted se puede implantar una pierna artificial a aquellos que la hayan perdido, y que pueden andar con total normalidad. Me preguntaba cómo ha conseguido tal proeza.

A Jonathan le apasionaba hablar de aquello, así que mientras seguía con la limpieza de sus instrumentos le explicó a ese hombre sobre el uso de la magia en la medicina moderna. El extraño escuchó todo con atención e iba alabando el trabajo.

-¿Le gustaría poder trabajar fuera de este entorno tan.. hostil? Usted tiene un don y aquí encerrado no se puede potenciar.

-Le escucho.

Terminó de limpiar los instrumentos y cogió un trapo para limpiar la mesa y las paredes, no quería quedarse quieto mientras hablaba con aquel hombre pero le prestaría toda su atención. No le molestaba trabajar ahí, vigilado por los guardias, pero sus suministros de magia eran limitados en ese lugar, por lo que cualquier propuesta de una mejoría de su situación era bienvenida.

-Quiero que trabaje para mí. Le daré unas herramientas que podrán ayudarle a acceder al material y tendrá importantes encargos, para realizarlos deberá vivir varios años en la población que le indique, dentro de la misma puede vivir donde desee.

-Es tentador, me está ofreciendo mucha más libertad de la que tengo ahora mismo.

-Siempre y cuando cumpla con las tareas que le dé. Necesitaría sus servicios durante mucho tiempo, por ello le concedería una magia que le otorgaría longevidad.

-¿Es usted un feerum? Tal poder solo puede proceder de alguien nacido de la magia.

-No, pero algo parecido.

-Acepto el trabajo, no tengo nada que perder. - El doctor miró a su alrededor, la sala aun estaba sucia, pero un poco menos. - Estar aquí no deja de ser asfixiante, será gratificante cambiar de aires.

El hombre sonrió y le tendió la mano, el doctor no dudo, se lavó las manos y aceptó aquel signo que era un contrato. Al momento sintió un pequeño calambre en el brazo. Jonathan miró al hombre extrañado y mientras su visión se nublaba el hombre empezó a sonreír con cierta satisfacción.

Al despertar Jonathan se encontraba a las afueras y a su lado un maletín. Lo abrió y vio varios instrumentos de cirugía junto a una pequeña libreta. Empezó a leer y ahí pudo ver los detalles de aquel trabajo.

Aquellas herramientas eran mágicas,  se podían manipular extraños ingredientes que debería usar para fabricar muñecos y darles vida. Lo último que había escrito era la ubicación donde debería empezar a realizar ese trabajo. Era algo simple, debería hacer varias pruebas antes  de hacer un muñeco funcional ya que las instrucciones para la fabricación eran escasas, pero el proyecto era muy interesante para Jonathan.

El hombre cogió el maletín y empezó el camino hacia aquella población.

Actualidad.

Terminó de limpiar, estaba todo listo. Subió a la parte de la tienda y puso el cartel de "abierto".


Llevaba en ese pueblo veinte años y sabía que pronto le darían otro lugar al que ir. Sabía también como iba a terminar aquella población, pero había dejado de importarle, aquello era el precio de su libertad.

miércoles, 30 de septiembre de 2015

Un final es un principio. Historia de "Allá" (1)




Parecía una despedida preciosa. Había flores por todas partes, algunas de colores vivos, otras más apagadas, pero en conjunto formaban grandes ramos que decoraban cada rincón de aquella amplia sala.

Había varias mesas redondas con unos manteles elegantes, tenían encima varios platos de canapés bien variados, aunque la mayoría estaban sin tocar, tenían un aspecto delicioso.  También se encontraba en las mesas la bebida, copas altas llenas de una bebida que esperaba aburrida a que alguien se la tomará.

Había muchas sillas y sillones, casi todos ocupados, incluso había gente que debía quedare de pie. Nunca habría imagino que tanta gente fuera a despedirse de ella. Ancianos y jóvenes explicaban buenos momentos y grandes recuerdos, aunque también había lágrimas y lamentaciones. Aquellas personas tenían en común varias cosas, la primera era la tipología de vestimenta. Todos iban muy elegantes, aunque de tonos oscuros y tristes, algo que ella no había aprobado realmente, pero supuso que querían respetar el protocolo de la situación.
La segunda cosa en común era que todos le habían conocido. Algunos menos que otros  pero todos habían pasado algunas horas de su vida con ella.

Sintió curiosidad por saber de qué hablaban sus amigas de toda la vida. Con ellas había compartido todos sus secretos, siempre habían estado ahí para ayudarla, y lo mismo había hecho ella. Se acercó y se sentó en el suelo. Sabía que no podían verle, por lo que no le dirían nada, tampoco le costó, algo que era extraño para sus cansadas articulaciones.

-Pero ha sido tan repentino.

-Tanto tampoco, a nuestra edad ya empieza a ser normal, pero no te preocupes, pronto estaremos con ella de nuevo.

-Espero que no se aburra mucho, es algo que no soporta.

-Todo depende de cómo sea aquello, y no tenemos modo de saber cómo es.

-Cuando tengamos que ir nosotras espero que venga a buscarnos y nos lo muestre todo.

Era casi gracioso ver aquellas dos ancianas hablando de la muerte de ese modo, pero era algo que tenían ya asumido. Cuando ella estaba a punto de fallecer también lo había tenido claro. No temía el momento, y cuando llegó ni se dio cuenta. “Ha tenido suerte” decían, por haber llegado aquel momento durante la noche, mientras soñaba con algodón de azúcar. A ella le había fastidiado que el sueño se interrumpiera de aquel modo, ya que llevaba mucho tiempo sin probar tal golosina.

Lo que para ella era una sábana andante, se había presentado sin más en medio de su sueño apartando todas aquellas dulces imágenes .  Le dijo que ella era hora y simplemente le ofreció una mano que ella aceptó sin pensarlo dos veces. Luego se arrepintió quejándose por quedarse sin el algodón de azúcar. Pocas horas después estaba paseando por aquella sala llena de gente que había ido a despedirla.

Se levantó con una sonrisa y fue hacia aquella caja de madera que contenía su cuerpo. Habían escogido una madera oscura muy bien tallada. A ella la habían vestido con ropa simple, de pocos colores pero alegres y habían evitado el maquillaje en todo lo posible.

Aquella sábana andante se presentó tras ella y posó una mano escasa de carne sobre su hombro.

-Debemos irnos, sino haremos tarde.

-Y llegar tarde es realmente feo para quien espera. Vayamos.

Se giró sonriendo mientras la sábana hacia lo mismo para dirigirse a la salida. La puerta de la sala había cambiado, estaba abierta y daba lugar a la luz. No se podía ver nada de lo iluminado que estaba aquello. Cuando la traspasamos nos encontramos con una gran cola. Muchos, al igual que yo, esperaban al lado de su sábana andante para entrar a otra sala. Miré sorprendida la longitud de la misma.

-Creo que haremos tarde igualmente.

-Hoy hay mucho trabajo, en realidad cada día hay mucho trabajo, pero ella comprende el motivo del retraso.

-¿Ella? De quien hablamos exactamente, para saber cómo debo dirigirme cuando le hable.

-La muerte, le llamamos ella simplemente porque en tu lenguaje le habéis otorgado ese significado femenino, pero no tiene género.

-Entiendo. ¿Y su trabajo cuál es? Yo creía que tú eras la muerte.

-Por ahora soy solo un becario, por eso debo ir a buscar las almas. La muerte decide donde va cada una de ellas.

-Al cielo o al infierno imagino.

-Realmente tales ubicaciones no existen, no como vosotros lo entendéis. Cada cultura se ha hecho extrañas ideas de lo que sucede cuando os toca venir aquí, luego se sorprenden.

-Entiendo… bueno, en realidad no mucho, pero será interesante verlo.

Y ahí esperaron en la cola, a que le tocará el turno.