miércoles, 20 de abril de 2016

Fin de proyecto.

Tras un año y poco el blog se ha llenado de escritos, pero poco a poco ha ido perdiendo su objetivo. Las motivaciones que lo empujaban han cambiado para ir en otra dirección.

Por otro lado, el blog no ha tenido el éxito que a estas alturas creía que tendría, y en vez de pensar en ello prefiero dedicar mis esfuerzos a otros proyectos que están dando más frutos de lo esperado y requieren más tiempo si quiero que sigan avanzando a buen ritmo.

Por ahora no habrán más escritos en una temporada, aunque ello no quiere decir que nunca vaya a dejar alguna historia más.

Sin más, salud y felicidad.

miércoles, 13 de abril de 2016

Momento épico.



Lo único que esperaba a esas alturas era una gran huida, de esas que son recordadas aunque pasen cien años. La escena era perfecta, típica, cierto, pero adecuada. El héroe se encuentra encerrado en las mazmorras de la fortaleza que está siendo asediada por cañones. En cualquier momento las paredes pueden caer encima del protagonista, pero a él nada le importa, sabe que tendrá su huida perfecta.

Pasados unos minutos pudo oír varios gritos. El plan estaba en marcha, o eso creía, pues su hermano debería aparecer en las mazmorras con las llaves.  Luego abriría esa apestosa celda y nos iríamos corriendo a la salida. Obviamente el ataque de los cañones no se detendría con aquello, seguiría de forma incesante destrozando aquel castillo y tirando paredes de la celda. Era una huida realmente épica.

Pero los minutos pasaron y mi hermano no aparecía. Me mordí9 el labio, intenté mirar por la ventana con barrotes, pegué un par de gritos preguntando si había alguien... pero nada.

El suelo tembló, las paredes retumbaron y yo empecé a imaginar que al final me quedaría ahí atrapada. Aquello sería un fin de lo más horrible, pero entonces me di cuenta de otro huida importante. Si los cañones destrozaban una de las paredes de mi celda, podría escapar por ahí. No era un modo de conseguir la libertad tan especial, pero me servía. Quedaría a la vista de toda la ciudad, verían como conseguir ser libre por mi propio pie.

El fallo de aquel plan es que no dependía completamente de ella, un cañón debía dar en un punto concreto para que pudiera salir de ahí ilesa y confiar en la buena puntería del enemigo no era su punto fuerte.

Mientras pensaba en otras alternativas igual de buenas algo se movió en el suelo.  Al principio pensé en un ratón, pero era imposible que aquellos pequeños roedores no hubieran salido del castillo.

Me aparté y miré atentamente, hasta que volvió a moverse y una baldosa del suelo se hizo a un lado dejando ver así a mi hermano.

No fui capaz de articular palabra hasta que salió de aquel asqueroso túnel y me explicó sus intenciones. No había logrado hacerse con las llaves, por lo que el plan era salir arrastrándose bajo tierra hasta llegar al otro lado de la muralla. Por un momento pensé que bromeaba, que solo lo había hecho para entrar, pero era verdad.

Incluso lamente tener que salvar mi vida. Me fue imposible reprimir los gritos y lloros de desesperación tras saber que mi magnifica huida se vería reducida a arrastrarme cual gusano entre la tierra sin que nadie pudiera verme... aunque claro, bajo ninguna circunstancia hubiera deseado que alguien me viera en tal posición.


Mi hermano pensó que mis lamentos eran por el destino de la ciudad, pobre infeliz, nunca sabrá lo que es tener una escena épica,  y aunque yo lo deseará, aquella tampoco sería la mía.  Aun así respiré hondo y entre en aquel horrible lugar pensando que algún día, sería mi momento.

miércoles, 6 de abril de 2016

Cartero. No es fácil Ser (parte 11)



Pronto conocería aquellas calles mejor que su propio hogar, aunque no había llegado tal momento. Llegó ante una bifurcación y sacó una de las cartas. Leyó durante unos largos segundos las palabras escritas en el sobre y luego miró el mapa. Estaba en la correcta, el problema era la puerta. Solían ir bien ordenadas, se comprendía que tras pasar por la primera uno se encontraba con la tercera, ya que los números pares estaban en la otra acera. Pero ahí había números y letras designando los hogares, lo peor de todo era que el mapa no contemplaba aquella posibilidad. Aquello no había quien lo entendiera y pese a ello, debía hacer llegar aquellas cartas en los buzones adecuados.

Se lamentó pensando en que debía haberse hecho pastelero, como su madre. Ahí simplemente seguías una receta, no había cabida al error. Toda la información la tenías y solo requería que el trabajador pudiera leer y manipular los ingredientes según las instrucciones. Otra opción había sido unirse a la policía, con su padre. Pero su carácter afable no encajaba mucho con el cuerpo.

Él había escogido esa profesión para ver mundo, conocer la ciudad y gente nueva. Le habían dicho que funcionaba ya que se pasaba el día fuera de casa y aquello le obligaba a comer en restaurantes o tomar el café en algún bar.  Aquella primera jornada comprendió que no era tan sencillo.

Y ahí seguía, en aquella intersección sin tener muy claro si debía ir a la derecha o a la izquierda, habría preguntado a alguien, pero en aquel barrio parecían estar todos trabajando, ya que incluso había probado en tres timbres y no había obtenido respuesta.

Sí quería entregar todas aquellas cartas más le valía darse prisa. A la mañana siguiente le darían otro montón igual y era mejor que no se acumularán. Tenía una gran responsabilidad, eran muchas las personas que contaban con él. Temía fallar, extraviar alguno de aquellos mensajes, quizá para muchos serían palabras sin importancia, pero los receptores seguramente verían aquellas cartas de otro modo.  No deseaba ser el culpable de que dos amigos dejaran de hablarse porque creían haberse olvidado el uno del otro, pero aquel sería el caso más optimista.

Cuando empezaba a desistir vio a una mujer mayor que paseaba a su mascota, un perro bastante pequeño que le miró con desconfianza. Él sonrió y miró las cartas de nuevo. Era una buena oportunidad que no iba a desperdiciar, por lo que detuvo a la mujer siguiendo el protocolo para tratar con ancianos y preguntó por la persona que debía estar esperando la carta que tenía entre manos.


Su primer día terminó, exhausto y algo abatido se fue a descansar pensando que en parte todos tenían razón, era un trabajo perfecto para conocer gente, pero no era nada fácil ser cartero.