Lo único que esperaba a
esas alturas era una gran huida, de esas que son recordadas aunque pasen cien
años. La escena era perfecta, típica, cierto, pero adecuada. El héroe se
encuentra encerrado en las mazmorras de la fortaleza que está siendo asediada por
cañones. En cualquier momento las paredes pueden caer encima del protagonista,
pero a él nada le importa, sabe que tendrá su huida perfecta.
Pasados unos minutos pudo
oír varios gritos. El plan estaba en marcha, o eso creía, pues su hermano
debería aparecer en las mazmorras con las llaves. Luego abriría esa apestosa celda y nos iríamos
corriendo a la salida. Obviamente el ataque de los cañones no se detendría con
aquello, seguiría de forma incesante destrozando aquel castillo y tirando
paredes de la celda. Era una huida realmente épica.
Pero los minutos pasaron
y mi hermano no aparecía. Me mordí9 el labio, intenté mirar por la ventana con
barrotes, pegué un par de gritos preguntando si había alguien... pero nada.
El suelo tembló, las
paredes retumbaron y yo empecé a imaginar que al final me quedaría ahí
atrapada. Aquello sería un fin de lo más horrible, pero entonces me di cuenta
de otro huida importante. Si los cañones destrozaban una de las paredes de mi
celda, podría escapar por ahí. No era un modo de conseguir la libertad tan
especial, pero me servía. Quedaría a la vista de toda la ciudad, verían como
conseguir ser libre por mi propio pie.
El fallo de aquel plan es
que no dependía completamente de ella, un cañón debía dar en un punto concreto
para que pudiera salir de ahí ilesa y confiar en la buena puntería del enemigo
no era su punto fuerte.
Mientras pensaba en otras
alternativas igual de buenas algo se movió en el suelo. Al principio pensé en un ratón, pero era
imposible que aquellos pequeños roedores no hubieran salido del castillo.
Me aparté y miré
atentamente, hasta que volvió a moverse y una baldosa del suelo se hizo a un
lado dejando ver así a mi hermano.
No fui capaz de articular
palabra hasta que salió de aquel asqueroso túnel y me explicó sus intenciones.
No había logrado hacerse con las llaves, por lo que el plan era salir arrastrándose
bajo tierra hasta llegar al otro lado de la muralla. Por un momento pensé que
bromeaba, que solo lo había hecho para entrar, pero era verdad.
Incluso lamente tener que
salvar mi vida. Me fue imposible reprimir los gritos y lloros de desesperación
tras saber que mi magnifica huida se vería reducida a arrastrarme cual gusano
entre la tierra sin que nadie pudiera verme... aunque claro, bajo ninguna circunstancia
hubiera deseado que alguien me viera en tal posición.
Mi hermano pensó que mis
lamentos eran por el destino de la ciudad, pobre infeliz, nunca sabrá lo que es
tener una escena épica, y aunque yo lo
deseará, aquella tampoco sería la mía.
Aun así respiré hondo y entre en aquel horrible lugar pensando que algún
día, sería mi momento.